"En este momento dramático del mundo,
el artista debe llorar y reír con su pueblo.
Hay que dejar el ramo de azucenas
y meterse hasta la cintura
en el fango para ayudar
a los que buscan azucenas."
Federico Garcia Lorca
García Márquez estuvo
a Cien Años-luz de Soledad de ello.
Porque la Soledad y sus años
nos puede alejar o acercar a lo que Narbona
(en el escrito anterior) tan magistralmente escribió.
Gracias al dios de los ateos
que existen hombres como Narbona.
Su artículo, valiente, ético y comprometido,
nos hace ver, una vez más,
que ésta santísima trinidad
no es, precisamente, lo que más se aplaude
y se premia en la desvergonzada
y censurada dictadura burguesa.
Lo tremendo es que en éste caso
se trata, nada menos y nada mas,
que de la literatura;
porque si hay algo que debería estar por encima
de plebendas, ventas, mercados, plusvalías,
talabarteros, valores de uso y cambio
y subastas al mejor postor,
es decir, si hay algo que tenía que transcender
la axiología capitalista,
tendría que ser el arte,
y en su seno extensor,
la literatura,
y hasta ello ha sucumbido
a la biopatía de ganancias de los editores
y al tamiz ideológico con que el régimen
cuela al mosquito y se traga al camello,
y condecora con galardones de nobel y nobelísimos
a los suyos e ignora y excluye a los desobedientes
que no han cumplido.
Y al respecto, la opinión de Obama y Uribe
--que son muy buenos críticos literarios--
nos deja pensando y sospechando
que aquí hay algo en contubernio,
un concubinato dónde el escritor aludido,
sentado a la mesa
de sus banquetes consuetudinarios,
ha debido de decir cosas
y omitir otras --más que nada--
que a éstos patrones del mal
--que no solamente lo es Pablo Escobar--
les ha gustado el resultado.
Pero para saber, comparar,
dijeron los sabios antiguos
que conocían el secreto de juzgar.
Y para ello dejemos
que uno de los más perínclitos,
excelsos y majestuosos artista
de todos los tiempos,
el Nobel mas grande del mundo,
también poeta y esccritor,
nos dé una clase para que aprendamos mejor:
Parece que sus versos reflejan una sensibilidad social cada vez mayor que amplifica el alcance de su voz poética, quiero decir en la medida en que no se alimenta de los postulados social-realistas, sino que los trasciende.
- Sí, ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería cruel si no fuera afortunadamente cursi. Ningún hombre verdadero cree ya esa zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse hasta la cintura en el fango para ayudar a los que buscan azucenas.
Por eso tal vez usted ha dicho muchas veces que la condición del artista es la de ser observador de la vida. Pero parece que hay algo más y que usted es una de esas personas que nunca tira la toalla.
El artista no puede permanecer insensible a la cuestión social. No es en absoluto algo que diga yo ahora porque sí. Observando sólo de la manera más superficial uno llega a comprender el alcance de todo el drama social de hoy, ante el cual nadie que sienta el menor sentimiento de solidaridad humana puede ser insensible. Me parece absurdo que el arte pueda desligarse de la vida social, cuando no es otra cosa que la interpretación de una fase de la vida por parte de un temperamento sensible.
Y ahora en la práctica, ¿qué hace usted como poeta y artista ante la realidad social? | |
- Ante la realidad social el poeta debe apasionarse. No puede permanecer impasible de ninguna manera. El poeta no puede cerrar los ojos ante los hombres que sufren, ante la tragedia espantosa del hombre oprimido. El poeta debe sentirlo y comprenderlo, y ayudar en la medida de sus posibilidades en la conquista de un mundo más justo y más humano.
De ahí ese agudo sentimiento de solidaridad con los desposeídos y humillados de este mundo que late en su obra.
- En este mundo yo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega.
Pobreza en todos los sentidos, porque no sólo de pan vive el hombre.
Yo ataco violentamente a los que solamente hablan
de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás
las reivindicaciones culturales.
Bien está que todos
los hombres coman,
pero que todos los hombres sepan.
Que gocen de todos los frutos
del espíritu humano,
porque lo contrario es convertirlos en máquinas
al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos
de una terrible organización social.
Yo tengo más lástima de un hombre
que quiere saber y no puede,
que de un hambriento.
Porque un hambriénto puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas,
pero un hombre que tiene ansia de saber
y no tiene medios, sufre una terrible agonía.
¿Y cómo hacer, entonces, una revolución cultural?
El mundo está detenido ante el hambre que asola a los pueblos. Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa.
Explíqueme eso.
Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla del río. Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena, y el otro pone sucio al aire con sus bostezos. Y el rico dice: "iOh, qué barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted, el lirio que florece en la orilla". Y el pobre reza: "Tengo hambre, no veo nada. Tengo hambre, mucha hambre". Natural. El día que el hombre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad. Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la Gran Revolución.
Ahora ya podemos
entender perfectamente a Narbona.