Ha terminado la Semana Santa en España.
Y que mejor manera de cerrarla que con las palabras --recogidas posteriormente en un libro-- de Marcelino Domingo, embajador volante de la II República española, de sus charlas por países europeos y americanos para informarle al mundo de las atrocidades que se estaban cometiendo en España contra el pueblo, pués son certeras y objetivas, colofón ideal para cerrar la semana litúrgica en éste 'domingo de gloria': el necesario paso de la larga procesión de la verdad que también tenemos que sacar a las calles para que nos podamos dar cuenta de la clase de 'Iglesia' que está trás los 'crucificados', las enjoyadas virgenes y los encapuchados, que sólo taponan el auténtico sentido del revolucionario Apóstol de los Pobres al que tratan de ocultar (Esperemos que éste año la virgen de la Macarena no haya sacado en su cintura el fajín de Queipo de Llano, que fue hermano mayor de la 'hermandad' !!!!)
Que sea la coherencia y fidelidad de éstas palabras las que desinfecten de trasnochados misticismos y manipulaciones confesionales a ésta Semana de cucuruchos a lo ku klux klan, saetas, dardos, yugos y flechas sacramentales que, con el 'incienso del curare', utan para que nada cambie y nada pueda pasar, que el premio está en los cielos, y no en la tierra donde lo debemos buscar:
"La República no vino, pués, con un propósito persecutorio...Cuándo no había sonado un tiro en España ni lanzado una piedra, y todo eran manifestaciones de alegrías, una Pastoral agresiva, violenta y retadora del cardenal Segura, vino a mostrar que si la República no se había puesto frente a la Iglesia, la Iglesia se ponía frente a la República... ¿Después?...después la Iglesia perdió la cabeza. Entró en conspiración con el general Sanjurjo, se alió con Gil Robles, se dedicó a ser beligerante en una lucha electoral que llevó al extremo de convertir las pastorales en panfletos y obligar a las monjas de clausura a que profanaran sus votos religiosos para salvar los votos políticos; tomó posiciones agresivas junto a generales traidores y junto a los mercenarios moros; aprovechando las criptas para depósitos de municiones, los confesionarios para reclutar a militantes, los campanarios para puntos estratégicos desde dónde disparar. ¿Puede extrañarle a alguíen, conocido éste proceso desde su origen hasta su fín, que, desencadenada la guerra, hayan ardido templos y perecido prelados? No es que se haya perseguido a la Iglesia, y mucho menos a la religión, es que la Iglesia católica no supo ser religión nunca...La Iglesia no es la casulla recamada de oro...La Iglesia es espíritu. Y va contra ella quíen va contra ese espíritu. Y contra el espíritu de la Iglesia quíen ha ido es la propia Iglesia. Es ella la única que ha de aparecer como culpable ante la História porque de ella sóla es la responsabilidad."
