Tuesday, October 25, 2011
UN HOMBRE SIN IDENTIDAD: EL POLIZÓN
Hay un punto de 'epojé',
entre el rítmico rumor de las olas,
dónde el Silencio para al Universo a su alrededor,
y si nosotros acertamos a estar en él
...podemos oírle, por ejemplo,
estas histórias que pudieran suceder...
-¿Su nombre?-
-No recuerdo-
-¿Dónde vive?-
-No lo sé-
-¿De qué país es?-
-He perdido la memoria-
Bajaron al polizón del barco
y lo llevaron a la comisaría de policía.
-¿Sabe usted en que puerto subió de polizón al barco?-
-Ya se lo he dicho: he perdido totalmente la memoria-
El comisario lo miró incrédulo,
con una subrepticia mirada de hombre ocupado
que no puede perder el tiempo en trivialidades.
-Pués nosotros se lo vamos a decir: en Marsella.
Usted no es francés. Habla otro idioma.
¿De dónde es usted?-
-Por enémisa vez, no sé quien soy;
no lo sé, he perdido radicalmente la memoria-
Sacan al polizón y entra el lugarteniente del comisario.
-A ver, que le tomen las huellas dactilares a ese tipo.
Tengo otras cosas mas importantes de las que ocuparme-
-Comisario, con las únicas huellas que podríamos hacer
una comparación son con las huellas
de los archivos de la Interpol-
El comisario comienza a perder la paciencia
-Está bien. Por la lengua que habla
lo podríamos ubicar entre unos seís países.
Contáctenlos a ver que se puede averiguar.
Mientras tanto, al polizón, en otro cuarto,
le sirven café.
No parece preocupado por su situación.
Es un hombre sobre la decada de los sesenta.
Su rostro se antoja el palimpsesto
de multiples escrituras.
Sus ojos, azabache, intensos,
guiñan paisajes entre fronteras
de desconfianza y perspicacias.
Hay en toda su figura un halo
de extraños 'prannas' intimidantes
que parecen divertirse con su amnesia.
El hombre sin identidad
-como empezaron a llamarle los policias-
es llevado de nuevo al despacho del comisario.
'Lo vamos a detener hasta que se aclare quíen es usted'
El polizón -como nosotros lo llamamos- rompe su flema
y alza su voz.
-¡Usted no puede detenerme simplemente
porque no me puede identificar,
porque yo no recuerde quíen soy!-
El comisario lo mira como el gato al ratón
a punto de comerselo.
-Escúche, escúcheme bien. Usted llega aquí de polizón
y sin docuementos...¿qué quiere?,
¿que le dé un premio y lo ponga libre en la calle?.
Déjese de tonterías y no me haga perder el tiempo-
-Sí, todo eso está muy bien. Pero mi caso es distinto.
Tengo una enfermedad; no sé cual es;
pero sea lo que fuere es que no me acuerdo de nada;
ni recuerdo cómo entre en el barco. ¿Es que es ilegal
el olvido patológico?-
Silencio.
El polizón lo mira desafiante y espera.
Después aprieta sin convicción sus labios
y se deja llevar.
Ninguno de los seis paises posibles de dónde se sospechó
que el polizón era oriundo puedieron aportar ningún dato
sobre aquel hombre, aquel insignificanete polizón perdido
en las alcantarillas de un mundo que tenía
otras cosas más esenciales de las que ocuparse.
-Qué hacemos con el hombre sin identidad,
comisario, han pasado tres meses y seguimos
sin saber nada-
'Suéltenlo. Es inofensivo'.
Sentenció el comisario lavándose las manos como pilatos.
-¿Y dónde irá?-
-No lo sé, pero regresará a la misma sociedad
de desmemoriados de dónde salió-
El subalterno no entendió la filosofía de su superior
y lo disimuló haciéndose el indiferente.
Era un día soleado y la luz colgaba transparencias.
El polizón se encontró en una calle bulliciosa
dónde los coches se confundían con las personas.
Las gentes, sentadas en las terrazas de los cafés
y paseándo componían un laberínto urbano
sin hilos de Ariadna del que él no quería salir.
Se sintió cómodo allí.
Aquello lo envolvía en un cosmos que quería recordar
pero no podía, que lo sentía como suyo,
y, al mismo tiempo, ajeno.
Su memoria perdida no se refería a él mismo,
sino a su história, dos ramas del mismo árbol
que se confunden con facilidad.
Se aprehendía a sí mismo tan sólo en presente
como si su trayectoria hasta el ahora
se hubiera difuminado como estelas en el mar.
No trataba de recuperar su identidad.
Tal vez se había olvidado de su olvido.
Tan solo se agarraba a flotar en lo que sentía a su alrededor.
Sólo recordaba que una noche vagaba por el puerto
de una ciudad y se metió en un barco y se escondió,
y a esperar, a esperar; el sabía muy bien
estar escondido y esperar.
Sólo quería ir al otro lado del mar,
lejos, muy lejos, allí dónde el ocaso
con arreboles de acuarelas se convierte en iman.
Nada más.
Esté era su punto de partida.
Su alfa para empezar.
Su identidad.
Y ahora, ¿qué hacia en aquella ciudad?
Sin memoria.
Sólo.
Ahora de polizón en aquel barco urbano
que parecía sin rumbo navegar.
Y llegó la necesidad.
Tenía hambre.
El hambre es lo que mueve las galaxias.
Un magnánimo policía le entregó un poco de dinero.
Sólo algo para que pudiera comer
Entró en un bar.
Poco fue el dinero.
Poca la comida.
Y a pasear.
Sin timón
Sin rumbo.
Sintió deseos de que lo detuvieran de nuevo.
Por lo menos en la cárcel tenía un lugar.
Paseo hasta el cansancio total.
En un banco de un parque se echó a descansar.
Y durmió como si nunca quisiera despertar.
A la mañana siguiente los jardineros del parque
se encontraron un cadáver en el banco
que nadie pudo identificar.
entre el rítmico rumor de las olas,
dónde el Silencio para al Universo a su alrededor,
y si nosotros acertamos a estar en él
...podemos oírle, por ejemplo,
estas histórias que pudieran suceder...
-¿Su nombre?-
-No recuerdo-
-¿Dónde vive?-
-No lo sé-
-¿De qué país es?-
-He perdido la memoria-
Bajaron al polizón del barco
y lo llevaron a la comisaría de policía.
-¿Sabe usted en que puerto subió de polizón al barco?-
-Ya se lo he dicho: he perdido totalmente la memoria-
El comisario lo miró incrédulo,
con una subrepticia mirada de hombre ocupado
que no puede perder el tiempo en trivialidades.
-Pués nosotros se lo vamos a decir: en Marsella.
Usted no es francés. Habla otro idioma.
¿De dónde es usted?-
-Por enémisa vez, no sé quien soy;
no lo sé, he perdido radicalmente la memoria-
Sacan al polizón y entra el lugarteniente del comisario.
-A ver, que le tomen las huellas dactilares a ese tipo.
Tengo otras cosas mas importantes de las que ocuparme-
-Comisario, con las únicas huellas que podríamos hacer
una comparación son con las huellas
de los archivos de la Interpol-
El comisario comienza a perder la paciencia
-Está bien. Por la lengua que habla
lo podríamos ubicar entre unos seís países.
Contáctenlos a ver que se puede averiguar.
Mientras tanto, al polizón, en otro cuarto,
le sirven café.
No parece preocupado por su situación.
Es un hombre sobre la decada de los sesenta.
Su rostro se antoja el palimpsesto
de multiples escrituras.
Sus ojos, azabache, intensos,
guiñan paisajes entre fronteras
de desconfianza y perspicacias.
Hay en toda su figura un halo
de extraños 'prannas' intimidantes
que parecen divertirse con su amnesia.
El hombre sin identidad
-como empezaron a llamarle los policias-
es llevado de nuevo al despacho del comisario.
'Lo vamos a detener hasta que se aclare quíen es usted'
El polizón -como nosotros lo llamamos- rompe su flema
y alza su voz.
-¡Usted no puede detenerme simplemente
porque no me puede identificar,
porque yo no recuerde quíen soy!-
El comisario lo mira como el gato al ratón
a punto de comerselo.
-Escúche, escúcheme bien. Usted llega aquí de polizón
y sin docuementos...¿qué quiere?,
¿que le dé un premio y lo ponga libre en la calle?.
Déjese de tonterías y no me haga perder el tiempo-
-Sí, todo eso está muy bien. Pero mi caso es distinto.
Tengo una enfermedad; no sé cual es;
pero sea lo que fuere es que no me acuerdo de nada;
ni recuerdo cómo entre en el barco. ¿Es que es ilegal
el olvido patológico?-
Silencio.
El polizón lo mira desafiante y espera.
Después aprieta sin convicción sus labios
y se deja llevar.
Ninguno de los seis paises posibles de dónde se sospechó
que el polizón era oriundo puedieron aportar ningún dato
sobre aquel hombre, aquel insignificanete polizón perdido
en las alcantarillas de un mundo que tenía
otras cosas más esenciales de las que ocuparse.
-Qué hacemos con el hombre sin identidad,
comisario, han pasado tres meses y seguimos
sin saber nada-
'Suéltenlo. Es inofensivo'.
Sentenció el comisario lavándose las manos como pilatos.
-¿Y dónde irá?-
-No lo sé, pero regresará a la misma sociedad
de desmemoriados de dónde salió-
El subalterno no entendió la filosofía de su superior
y lo disimuló haciéndose el indiferente.
Era un día soleado y la luz colgaba transparencias.
El polizón se encontró en una calle bulliciosa
dónde los coches se confundían con las personas.
Las gentes, sentadas en las terrazas de los cafés
y paseándo componían un laberínto urbano
sin hilos de Ariadna del que él no quería salir.
Se sintió cómodo allí.
Aquello lo envolvía en un cosmos que quería recordar
pero no podía, que lo sentía como suyo,
y, al mismo tiempo, ajeno.
Su memoria perdida no se refería a él mismo,
sino a su história, dos ramas del mismo árbol
que se confunden con facilidad.
Se aprehendía a sí mismo tan sólo en presente
como si su trayectoria hasta el ahora
se hubiera difuminado como estelas en el mar.
No trataba de recuperar su identidad.
Tal vez se había olvidado de su olvido.
Tan solo se agarraba a flotar en lo que sentía a su alrededor.
Sólo recordaba que una noche vagaba por el puerto
de una ciudad y se metió en un barco y se escondió,
y a esperar, a esperar; el sabía muy bien
estar escondido y esperar.
Sólo quería ir al otro lado del mar,
lejos, muy lejos, allí dónde el ocaso
con arreboles de acuarelas se convierte en iman.
Nada más.
Esté era su punto de partida.
Su alfa para empezar.
Su identidad.
Y ahora, ¿qué hacia en aquella ciudad?
Sin memoria.
Sólo.
Ahora de polizón en aquel barco urbano
que parecía sin rumbo navegar.
Y llegó la necesidad.
Tenía hambre.
El hambre es lo que mueve las galaxias.
Un magnánimo policía le entregó un poco de dinero.
Sólo algo para que pudiera comer
Entró en un bar.
Poco fue el dinero.
Poca la comida.
Y a pasear.
Sin timón
Sin rumbo.
Sintió deseos de que lo detuvieran de nuevo.
Por lo menos en la cárcel tenía un lugar.
Paseo hasta el cansancio total.
En un banco de un parque se echó a descansar.
Y durmió como si nunca quisiera despertar.
A la mañana siguiente los jardineros del parque
se encontraron un cadáver en el banco
que nadie pudo identificar.
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