Wednesday, September 14, 2011
MICHEL FOUCAULT, EL HOMBRE QUE CONQUISTO LA MENTE, QUE CONQUISTO LA MUERTE
"La vida no es mas que el rodeo que lo inorgánico tiene que dar...para llegar de nuevo a la armonía ancestral"
Dijo Freud.
Bueno, Freud llego solo al "dar"...lo que viene después de los puntos suspensivos es mio.
Porque creo que se tenía que completar.
Y un dia, "Le Maitre des Penseur", El Maestro del Pensar, se cansó de te tanto 'rodeo' y se dijo:
¡Al grano!
Y se murió.
La muerte es una deber más que tenemos que cumplir...antes de morirnos, claro.
Lo unico que realmente la caracteriza es que es el último deber.
Por lo demas todo es lo mismo.
Bueno...todo es lo mismo para los comunes mortales: para Foucault fue distinto.
Las ultimas semanas antes de que la muerte llamara a su puerta fueron las mas dichosas para Foucault.
Se le veía seguro, animado, dentro de lo que su cuerpo le permitía, como iluminado; como si estuviese encaramado en una atalaya, apeado ya del mundo, desde donde se le podía adivinar divisando a los pululantes humanoides con una cierta conmiseracion de dios apartado ya del mundanal ruido.
Y es que había alcanzado su Olimpo: "La experiencia límite".
Y es que para el Maestro del Pensar la "expericia límite" representaba el gran 'satori' de la esixtencia, lo que verdaderamente nos desintoxica y nos eleva por encima de las cadenas humanas.
Es que hoy me he levantado con Foucault pegado a los talones, porque éste francés es como un pegamento: se pega a quien lo toque. Y hoy lo he tocado.
Nunca, dijeron sus amigos, F. estuvo mas sereno y sonriente como en el último tiempo de su vida. Fue como si hubíese sabido algo intransferible y se divirtiese viendo a los otros luchando por averiguarlo.
Pero F. sabía muy bien que cualquier sabiduría es incomunicable. Sabiendo que moriría pronto, en su cama de hospital, se zambullia en sus habituales carcajadas como si nada le estuviese pasando.
Esas risas que caían edificios para después volverlos a edificar mas seguros era una de sus herramientas preferidas, y lo seguía siendo en su lecho mortuorio.
Una noche, escribe Gilbert, el amigo íntimo que lo atendió al final de sus días, F. le describió el placer que sentía al imaginarse en una situación dónde las gentes no iban a morir, sino donde "solo parecían morir".
"Todo sería espléndido...con pinturas suntuosas y música suave...El lugar semejaría un hospital, pero oculta detrás de uno de los cuadros en la pared, habría una puerta secreta, pequeña, un agujero para escapar; en el momento oportuno, el paciente, drogado con alguna sustancia placentera, se deslizaría a través del agujero detrás del cuadro y abriría la puerta...¡Presto!..Y te irías afuera, dsaparecerías, morirías a los ojos del mundo, pero tan solo a los ojos del mundo...Listos para inventarte tu nueva identidad..."
Y al lograr esa nueva identidad, la deseada, la soñada, se encontraría "la verdad de uno mismo".
"La verdad de uno mismo".
¿Qué debe ser el encontrar "la verdad de uno mismo"?
El misterio del pensamiento.
Quizas F. se refería a ese coro, siempre oculto, taponado, que acarreamos en nosotros y con el cual no podemos entrar en contacto hasta que no nacemos plenamente, totalmente.
Porque en todos los escritos de F. está siempre dibujado el mismo "axis mundi": como llegar a la verdad de uno mismo.
Aqui estamos condenados a hermeneutizar.
Y yo lo interpreto en el sentido de que, como somos mas lo que se nos impide ser que lo que somos, la verdad de uno mismo vendría dada en la dirección de tratar de descorrer el velo que nos impide aproximarnos a la conciencia de nuestra potencialidades cortadas, o hipotecadas, que nos amputan y nos enajenan, para, una vez sabidas, tratar de realizarlas.
F. caminó siempre hacia esa genuina "self" dónde está ubicada nuestra autenticidad. Toda su vida batalló en este sentido. Esta lucha, esta guerra civil con él mismo, está siempre asomada en todos sus libros, "polvo de palabras" --como él llamaba a esta 'dramatis personae'--..."existencia transitoria y confesada para mejor borrarla".
Ese "extraño dolor" que el mundo le proporcionaba,
en su cama de hospital,
dejó de carcomerlo;
y un tiempo antes de morir se transformó en la serenidad que él presentía en la otra orilla adonde iba a cruzar.
Esa "experiencia límite" que siempre lo atrajo, a sabiendas de que solo mediante ella podría acercarse a la "verdad de uno mismo", en el límite de su propio muerte, "el límite de todos los límites" --como dijo Nietszche, del que tanto se amamantó--, lo tornó lúcido y reconfortado cuando vio que detrás de aquel cuadro en su habitación, una ignota puerta se bariría, y, al final, "listos para inventarte tu nueva identidad", listos ya para cruzar el umbral de "la verdad acerca de uno mismo", esa "self" en la que escarbó toda su vida, estaba ahora al alcance, tras aquel cuadro en su cuarto, para remitirlo a la verdad de la que ya no tenemos que regresar
Siempre he quedado imresionado con la forma que Foucault enfrentó su muerte, su propia "verdad", cruzando "la puerta tras el cudro" que todos, un dia, tendremos que cruzar, ese nietzschiano "límite de todos los límites" al que todos tememos porque aun no hemos descubierto "la puerta tras el cuadro" por la que debemos pasar...
Dijo Freud.
Bueno, Freud llego solo al "dar"...lo que viene después de los puntos suspensivos es mio.
Porque creo que se tenía que completar.
Y un dia, "Le Maitre des Penseur", El Maestro del Pensar, se cansó de te tanto 'rodeo' y se dijo:
¡Al grano!
Y se murió.
La muerte es una deber más que tenemos que cumplir...antes de morirnos, claro.
Lo unico que realmente la caracteriza es que es el último deber.
Por lo demas todo es lo mismo.
Bueno...todo es lo mismo para los comunes mortales: para Foucault fue distinto.
Las ultimas semanas antes de que la muerte llamara a su puerta fueron las mas dichosas para Foucault.
Se le veía seguro, animado, dentro de lo que su cuerpo le permitía, como iluminado; como si estuviese encaramado en una atalaya, apeado ya del mundo, desde donde se le podía adivinar divisando a los pululantes humanoides con una cierta conmiseracion de dios apartado ya del mundanal ruido.
Y es que había alcanzado su Olimpo: "La experiencia límite".
Y es que para el Maestro del Pensar la "expericia límite" representaba el gran 'satori' de la esixtencia, lo que verdaderamente nos desintoxica y nos eleva por encima de las cadenas humanas.
Es que hoy me he levantado con Foucault pegado a los talones, porque éste francés es como un pegamento: se pega a quien lo toque. Y hoy lo he tocado.
Nunca, dijeron sus amigos, F. estuvo mas sereno y sonriente como en el último tiempo de su vida. Fue como si hubíese sabido algo intransferible y se divirtiese viendo a los otros luchando por averiguarlo.
Pero F. sabía muy bien que cualquier sabiduría es incomunicable. Sabiendo que moriría pronto, en su cama de hospital, se zambullia en sus habituales carcajadas como si nada le estuviese pasando.
Esas risas que caían edificios para después volverlos a edificar mas seguros era una de sus herramientas preferidas, y lo seguía siendo en su lecho mortuorio.
Una noche, escribe Gilbert, el amigo íntimo que lo atendió al final de sus días, F. le describió el placer que sentía al imaginarse en una situación dónde las gentes no iban a morir, sino donde "solo parecían morir".
"Todo sería espléndido...con pinturas suntuosas y música suave...El lugar semejaría un hospital, pero oculta detrás de uno de los cuadros en la pared, habría una puerta secreta, pequeña, un agujero para escapar; en el momento oportuno, el paciente, drogado con alguna sustancia placentera, se deslizaría a través del agujero detrás del cuadro y abriría la puerta...¡Presto!..Y te irías afuera, dsaparecerías, morirías a los ojos del mundo, pero tan solo a los ojos del mundo...Listos para inventarte tu nueva identidad..."
Y al lograr esa nueva identidad, la deseada, la soñada, se encontraría "la verdad de uno mismo".
"La verdad de uno mismo".
¿Qué debe ser el encontrar "la verdad de uno mismo"?
El misterio del pensamiento.
Quizas F. se refería a ese coro, siempre oculto, taponado, que acarreamos en nosotros y con el cual no podemos entrar en contacto hasta que no nacemos plenamente, totalmente.
Porque en todos los escritos de F. está siempre dibujado el mismo "axis mundi": como llegar a la verdad de uno mismo.
Aqui estamos condenados a hermeneutizar.
Y yo lo interpreto en el sentido de que, como somos mas lo que se nos impide ser que lo que somos, la verdad de uno mismo vendría dada en la dirección de tratar de descorrer el velo que nos impide aproximarnos a la conciencia de nuestra potencialidades cortadas, o hipotecadas, que nos amputan y nos enajenan, para, una vez sabidas, tratar de realizarlas.
F. caminó siempre hacia esa genuina "self" dónde está ubicada nuestra autenticidad. Toda su vida batalló en este sentido. Esta lucha, esta guerra civil con él mismo, está siempre asomada en todos sus libros, "polvo de palabras" --como él llamaba a esta 'dramatis personae'--..."existencia transitoria y confesada para mejor borrarla".
Ese "extraño dolor" que el mundo le proporcionaba,
en su cama de hospital,
dejó de carcomerlo;
y un tiempo antes de morir se transformó en la serenidad que él presentía en la otra orilla adonde iba a cruzar.
Esa "experiencia límite" que siempre lo atrajo, a sabiendas de que solo mediante ella podría acercarse a la "verdad de uno mismo", en el límite de su propio muerte, "el límite de todos los límites" --como dijo Nietszche, del que tanto se amamantó--, lo tornó lúcido y reconfortado cuando vio que detrás de aquel cuadro en su habitación, una ignota puerta se bariría, y, al final, "listos para inventarte tu nueva identidad", listos ya para cruzar el umbral de "la verdad acerca de uno mismo", esa "self" en la que escarbó toda su vida, estaba ahora al alcance, tras aquel cuadro en su cuarto, para remitirlo a la verdad de la que ya no tenemos que regresar
Siempre he quedado imresionado con la forma que Foucault enfrentó su muerte, su propia "verdad", cruzando "la puerta tras el cudro" que todos, un dia, tendremos que cruzar, ese nietzschiano "límite de todos los límites" al que todos tememos porque aun no hemos descubierto "la puerta tras el cuadro" por la que debemos pasar...
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