El show mediático ha sido impresionante.
No olvidemos que la noticia es una mercancía más en el mercado capitalista, y si es de éste tipo...entónces alcanza una dimensión económica que ningún negociante quiere desaprovechar.
Los comerciales televisivos, durante la retransmisión de los acontecimientos, dada la enorme audiencia, subieron de precio. (¿Se le darán parte de éstas fabulosas ganancias a los mineros?) Vendrán películas, libros, reportajes, ropas, memoralia, souvenirs, programas televisivos, publicidad, etc., que los comerciantes ya empiezan a otear en ésta sociedad de consumo dónde nunca se deja pasar una oportunidad para trastrocar la autenticidad genuína de los sentimientos y afectos humanos en ganancias crematísticas.
El archimillonario presidente chileno jugó muy bien (era fácil hacerlo dadas las obvias circunstancias) su baza política. Luís Urzúa, el líder del grupo de trayectoria comunista cuyos familiares fueron asesinados por Pinochet, lo dijo bien claro: "Esto no puede volver a pasar".
Las palabras que se cruzaron entre éstos dos hombres rezumaban connotaciones y semánticas distintas a las que se cruzaron entre el presidente y los demás mineros. En Urzúa, el archimillonario encontró la representación de una realidad difícil e incómoda, lo captaron las cámaras --a pesar de las máscaras de las apariencias--.
La verdad que mantuvo Urzúa desde el principio reflejaba el halo --que todos conocían-- de un auténtico líder minero que conoce muy bien la trayectoria histórica de su país desde Allende a Piñera. Porque el derrumbe que casi aplastó a los treinta y tres mineros --él lo sabía muy bien-- se pudo evitar, pero en el capitalismo mandan más las ganancias que la seguridad laboral, y los mineros saben ésto muy bien porque lo sufren en carne propia y en sus propios ataúdes.
En "Tele Sur" (loado sea "Tele Sur") dijeron los familiares de los mineros que si no hubiese sido por la presión que ellos ejercieron, el gobierno nunca hubíese traído la maquinaria especial que necesitaba la operación de rescate mediante la cual fueron salvados. No olvidemos que las familias de los mineros han demandado por diez millones de dólares a los amos de la mina San Jose dónde se produjo el accidente.
El grillo sigue cantando y seguimos reflexionando y rumiando en todo lo que hemos visto.
Muchas cosas, muchísimas cosas, todas yuxtapuestas y adyacentes unas con otras, ha conllevado éste suceso.
Politicas,
sociales,
laborales,
económicas,
emocionales,
psicológicas,
tecnológicas,
ontológicas
--el hombre frente a la muerte--;
y esa filogénia que todos llevamos enclavada
en el subsconsciente colectivo del miedo
a experimentar lo que esos mineros chilenos
sintieron por setenta días:
el miedo a permanecer atrapados,
en el fondo de la tierra,
en el cualquier parte,
incluso en el vientre materno
("Trauma de nacimiento", lo llamó Otto Rank)
Por eso, con cada uno de ellos que salía al exterior,
saliamos todos.
Con cada uno de ellos que escapaba
al oscuro encierro
de aquella trampa mortal,
nos escapabamos todos.
Con cada abrazo con el que lo recibían sus familiares,
todos eramos abrazados.
Fué una transferencia atávica
cuya catársis la sintió la humanidad.
Y de ahí nuestra identificación y simbíosis
con todos ellos.
Y ésto no pasa todo los dias en nuestro planeta.
Por eso fue tan importante.
Ese subconsciente colectivo
dónde están escondidas las raíces
de las viscitudes en común por la que ha pasado
el ser humano a lo largo
de su difícil y peligrosa evolución,
se plastificaron, a escala masiva,
en todos nosotros.
Y sirvió de aglutinante para que calleran
las típicas barreras que siempre nos separan.
Fue tambien el sentir lo bello de la solidaridad humana
(Aunque el super-millonario presidente que acogía a los rescatados, cómo representante de esa misma sociedad que hubíese podido evitar la catástrofe, representaba, social y económicamente, la antítesis de todos aquellos hombres que abrazaba.)
Pero por un día,
frente a la gloriosa y omnipresente televisión,
nos hicimos la ilusión de dejarnos llevar
por el hemisferio cerebral
de nuestra nítidas emociones incontaminadas
dónde el hombre alberga sus mejores cualidades,
dónde se ubica esa grandiosa estética
de la capacidad de solidaridad del hombre
para con el hombre
...y dejamos a un lado todas las chirriantes implicaciones
socio-políticas de un implacable régimen
que, fácilmente,
renunciando sus dueños a una infima parte
de sus colosales beneficios,
hubíese podido evitar aquel tremendo drama.
Como dijo un minero en el reportaje de "Tele Sur":
"Hubíese sido mejor no esperar
a un momento tan dificil
para ser todos hermanos".
El grillo ha parado de cantar.
Tal vez porque nuestros pensamientos han cesado.
Tal vez porque los mineros chilenos,
ésta noche,
acompañados ya de los suyos,
están durmiendo en sus camas,
en la superficie de ésta Tierra
que guarda en sus entrañas esos tesoros
que sólo ellos saben sacar,
Mineros de Estrellas que enriquecen
a aquellos que únicamente eclípses le dán.
Esperemos, con Luís Urzúa,
que ésto no ocurra jamás,
y que todo ello haya servido,
como otra batalla más,
contra el inmisericorde capital
para que todos tomemos conciencia
de que la vida de los hombres
que trabajan dentro de la Tierra,
y en su superficie,
es más sagrada y mas valiosa
que las cuantíosas e inmorales plusvalías
que los amos de las minas y fábricas
obtienen a costa de que treinta y tres hombres,
y los múltiples que mueren todos los años,
hayan tenido que enfrentar
la Gran Pesadilla de la Muerte
a setecientos metros de profundidad.
Y quizás por eso el grillo ha dejado de cantar,
para recordarnos,
con su silencio,
que "esto no puede volver a pasar".