HOMBRE
No esperes más a nadie...
Nadie te aguarda ni te busca...
Fuistes...el aborto de un sueño...
la semilla podrida de un sueño, que nunca germinó.
No.
No es verdad.
No puede ser verdad.
¿Por qué iba a ser el hombre
...el aborto de un sueño...?
¿Por qué iba a ser el hombre
una...semilla podrida...?
No tiene sentido.
¿Por qué iba a tener el hombre
ésta clase de 'corto-circuito' en su cerebro,
esta vela sin viento?
"...Tonterías, tonterías, Señor Leon Felipe;
eso es tan sólo el corolario de su penoso exilio,
de su frustación personal, nada mas."
"¿Estás seguro?".
Desde el más allá, la voz castellana del poeta llega con un susurro grave y profundo como si no quisiera molestar.
"¿Cómo no voy a estar seguro si lo que Usted dice es absurdo?"
"¿Por qué es absurdo?; ¿me lo puedes explicar?
El poeta insiste con delicadeza, queriendo dejar reflexionar.
"¿No cree Usted que esa semilla podrida ha germinado, hasta hoy en día, desde la Edad de Piedra; ¿no cree Usted que germinamos desde que nacemos hasta el uso de la razón y la conciencia?"
El poeta esta callado.
Con calibrada parsimomia,
se ha limpiado las gafas con un pañuelo blanco.
Esta quieto y pausado como sí,
en el más allá,
se sintiera tranquilo y completamente realizado;
una seguridad perínclita
sale de él en aureolas de fínos y sútiles espacios entrelazados; intimida su presencia;
parece un dios incontestado;
se presiente que no quiere hablar,
que está a gusto con no contestar.
Entonces abre un libro y lee;
mas que leer, declama,
como si sus cuerdas vocales
fuesen una lira griega de eternas resonancias:
"El poeta cuenta su vida primero a los hombres;
después, cuando los hombres se duermen,
a los pájaros;
más tarde, cuando los pájaros se van,
se la cuenta a los árboles...
Luego pasa el Viento y hay un murmullo de frondas.
Todo lo cual se puede traducir de ésta manera:
Lo que le cuento a los hombres esta lleno de orgullo;
lo que cuento a los pájaros, de música;
lo que cuento a los árboles, de llanto.
Y todo es una canción compuesta para el Viento,
de la cual, después, éste desmemoriado y único espectador
apenas podrá recordar unas palabras.
Pero éstas palabras que recuerde
son las que no olvidarán nunca las piedras.
Lo que cuenta el poeta a las piedras
esta lleno de eternidad...
"¿Y ese poema suyo, HOMBRE, es lo que le contó Usted a las piedras?"
El poeta no ha respondido,
se ha quedado dormido,
lo mismo que los hombres
a los que primero les contaba su vida.
Su mano izquierda apoyada en su bastón.
Su mano derecha en el regazo.
Su cabeza, descansando.
En el más allá, ahora, hay un nímbo de nínfas cantando,
es la misma música de cuando él se lo contaba a los pajaros...