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Lunes, 07 de Febrero de 2022 EL SILENCIO SUICIDA
DE LA IZQUIERDA
ANTE LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA
"Asombra que organizaciones que se supone que aplican la teoría marxista no hayan sido capaces de someter a crítica la base material de las medidas adoptadas"
"La ausencia clamorosa de posiciones críticas por parte de la inmensa mayoría de las organizaciones de la izquierda ante las numerosas y graves irregularidades que caracterizan la gestión de la pandemia, no sólo ha dejado sin referencia alguna a los colectivos más conscientes de la clase obrera y del pueblo -afirma Nines Maestro - sino que – de no reaccionar a tiempo – les inhabilita para representar eficazmente la resistencia de las clases populares ante las consecuencias de la gran reestructuración del capitalismo en curso"
Por Nines Maestro (*)
Para Canarias-Semanal. ORG.-
Asombra que organizaciones que se supone que aplican la teoría marxista para analizar los procesos y los cambios en la realidad social no hayan sido capaces de someter a crítica y de desentrañar la base material de las medidas adoptadas.
En 2019, inmediatamente antes de la aparición de la pandemia, una enorme crisis económica estaba a punto de estallar, con el riesgo de un gran estallido social.
A mediados de ese año el FMI rebajaba por tercera vez las previsiones de crecimiento de la economía mundial, situándola en los niveles más bajos desde la crisis de 2009. De nuevo, como entonces, las desaceleraciones más importantes se producían en los países más industrializados y la rentabilidad del capital productivo se situaba muy por debajo de los niveles alcanzados en 1990[1].
El Foro de Davos en su reunión de 2020 proclama la necesidad de «un gran Reseteo» del capitalismo a escala mundial, propuesta que reafirma en 2021. La necesidad de cambios en profundidad se justificaban con datos como los siguientes: la deuda pública mundial ha alcanzado su cota más alta en tiempos de paz, el desempleo se dispara y el FMI espera una caída del 3 % en la economía mundial este año, un recorte de 6,3 puntos porcentuales en tan solo cuatro meses[3].
Por primera vez en la historia, contradiciendo incomprensiblemente, en pleno siglo XXI, todo el conocimiento científico acumulado sobre la gestión de las epidemias en la historia de la Salud Pública, se confinó a la población sana. Se encerró juntas a personas sanas y enfermas favoreciendo que en las casas de familias obreras, pequeñas y con menos ventilación, acabaran contagiados todos los convivientes. Contra toda lógica, se cerraron los parques, mientras la clase obrera «esencial» viajaba en transportes abarrotados. A las personas con síntomas de Covid no graves se les dejaba en casa, con toda la familia (mientras los hoteles permanecían vacíos) y sin tratamiento, hasta que tuvieran dificultades respiratorias graves. Nadie ha respondido por esta sarta de incongruencias que ha sufrido sobre todo la población más pobre, ni se adoptó medida social alguna para mejorar la calidad de las viviendas más precarias o el transporte público, que por el contrario, se redujo.
La pregunta decisiva sobre quién establece los criterios políticos, a qué objetivos responden – si no son sanitarios – y quién da las ordenes, está todavía sin responder.
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