REFELEXIONES EN UN CUMPLEAÑOS
(...) Así, pues, el problema que la especie humana, lo mismo que cada individuo, tienen que resolver es el de su nacimiento.
El nacimiento físico, si pensamos en el individuo, no es de ninguna manera un hecho tan decisivo y singular como parece.
Evidentemente, es muy importante el paso de la vida intrauterina a la vida extrauterina; pero en muchos respectos el niño después de nacer no es diferente del niño antes de nacer: no percibe las cosas exteriores, no puede alimentarse por sí mismo, depende por completo de la madre y perecería sin su ayuda.
En realidad, continúa el proceso del nacimiento. El niño empieza a reconocer los objetos exteriores, a reaccionar afectivamente, a coger las cosas y a coordinar los movimientos, a andar. Pero el nacimiento continúa.
El niño aprende a hablar, aprende el uso y función de las cosas, aprende a relacionarse a sí mismo con los demás, a evitar el castigo y a conseguir alabanzas y aprobación.
Lentamente la persona en desarrollo va aprendiendo a amar, a utilizar la razón, a ver el mundo objetivamente. Empieza a desarrollar sus facultades, a adquirir el sentido de identidad, a vencer la seducción de los sentidos en beneficio de una vida más íntegra y completa.
El nacimiento, pues, en el sentido convencional de la palabra, no es más que el comienzo del nacimiento en sentido amplio.
La vida toda del individuo no es otra cosa que el proceso de darse nacimiento a sí mismo; realmente, hemos nacido plenamente cuando morimos, aunque es destino trágico de la mayor parte de los individuos morir antes de haber nacido.
Según todo lo que sabemos acerca de la evolución de la especie humana, el nacimiento del hombre debe entenderse en el mismo sentido que el nacimiento del individuo.
Cuando el hombre trascendió cierto umbral de adaptación instintiva mínima dejó de ser un animal, pero seguía desvalido e impreparado para la existencia humana como lo está el niño individual en el momento de nacer.
El nacimiento del hombre empezó con los primeros individuos de la especie Homo sapiens, y la historia humana no es otra cosa que el proceso de ese nacimiento.
Le costó al hombre centenares de miles de años dar los primeros pasos por la vida humana; pasó por una fase narcisista de magia omnipotente, por el totemismo y el culto a la naturaleza, hasta que llegó a los comienzos de la formación de la conciencia, a la objetividad, al amor fraternal.
En los cuatro mil años últimos de su historia, ha tenido vislumbres del hombre plenamente nacido y plenamente despierto, vislumbres expresadas de maneras no muy diferentes por los grandes maestros del hombre en Egipto, China, India, Palestina, Grecia y México.
El hecho de que el nacimiento del hombre sea primordial-mente un acontecimiento negativo, el de verse arrancado a la originaria identidad con la naturaleza, y que no pueda regresar al punto de donde viene, implica que el proceso de nacimiento no es de ningún modo un proceso fácil.
Cada paso en su nueva existencia humana es temeroso: significa siempre la renuncia a un estado seguro, que era relativamente conocido, por un estado nuevo y que uno todavía no domina.
Indudablemente, si el niño pensara, en el momento de cortar el cordón umbilical sentiría miedo de morir. Un hado benigno nos protege contra este primer pánico. Pero en todo paso nuevo, en toda fase nueva de nuestro nacimiento, volvemos a sentirnos asustados.
No nos vemos nunca libres de dos tendencias antagónicas: una a salir del útero, de la forma animal de existencia, para entrar en una forma de existencia más humana, a pasar de la esclavitud a la libertad; otra, a volver al útero, a la naturaleza, a la certidumbre y la seguridad.
En la historia del individuo y de la especie, la tendencia progresiva se ha revelado como la más fuerte, pero los fenómenos de desequilibrio mental y la regresión de la especie humana a posiciones aparentemente abandonadas hace ya generaciones muestran la intensa lucha que acompaña a cada nuevo acto de nacimiento. (*)
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'Psicoanálisis de la Sociedad Contemporanea'
Erich Fromm
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Por ejemplo, en estos momentos históricos que estamos viviendo vemos esa intensa lucha que acompaña a cada acto de nacimiento: de un lado, una sociedad nueva que pugna por nacer, y, por otro lado, una obsoleta sociedad ya incapaz de enfrentar los problemas a resolver, que lucha por perservarse en el poder. ¿Será éste otro Trauma de Nacimiento?