Tomamos el editorial de Insurgente.org. con motivo del segundo aniversario del 1 de Octubre, 2017, en Cataluña
1-O: El día que Catalunya le sacó la máscara al régimen
Su objetivo también era enseñar a la disidencia del régimen del 78 el castigo que sufriría en caso de no aceptar las reglas del juego impuestas por ésta especie de segunda parte del franquismo que padecemos.
Sin anestesia y con todo el aparato mediático borbónico confabulado, vendieron que la violencia de aquel día era de los que iban a votar, mientras que la policía y la guardia civil eran -¡increiblemente!- los agredidos. Un caso que se estudiará no sólo en las Facultades de Periodismo sino en los tratados de psiquiatría contemporánea: de cómo convertir el agredido en agresor sin importar que las imágenes digan otra cosa.
La España profunda (la misma que se muestra afectada por un insomnio perenne) compró la mentira con devoción mariana, era la continuidad del relato iniciado con el «a por ellos oé» de funcionarios del ministerio del Interior saliendo rumbo a Cataluña a salvar la patria bandera en mano y camino de los camarotes del célebre «Piolin».
El nacionalismo español no se detuvo en argumentos menores como la presencia de urnas y gente intentando votar, y trató lo ocurrido aquel 1-O con la misma sinrazón que acostumbra, como si fuera la tropa que partía a matar infieles siglos atrás.
De la necesidad de mano dura al traidor nació Vox, pero también un desenmascaramiento de PP, C´s y PSOE, que debería ser suficiente para que las fuerzas populares y democráticas los sitúen (a los cuatro juntos) en la otra trinchera. Sin mentar Cataluña (o Venezuela) no tienen razón de ser más que por la defensa sus intereses burgueses de clase.
Por eso, al mejor estilo imperial, se cogieron de la bandera para tapar toda la miseria que éste capitalismo va vomitando. Empezaron poniéndola en los balcones y continúan usando la palabra «España» en esológanes electorales. El votante más primario, siempre dispuesto a tragar con montajes para la ocasión, es el objetivo.
Es lógico que el 1-O se vea en Cataluña como un jalón necesario en el camino a la autodeterminación. La experiencia vivida ese día enseñó que la independencia, al igual que el socialismo en cualquier zona del mundo, es siempre un parto doloroso.