La vida y la muerte
de la mano van,
por aquellos cañaverales,
¿las habéis visto pasar?;
van con las mismas alas
volando a la par
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La frase me constriñe el alma.
dónde los árboles lloran;
todos los árboles talados
que en nuestro ser afloran
cuándo una voz,
al otro lado, nos recuerda
la deforestación que nos asola.
He llamado para ver como sigue un hermano
que allí, asomado ya al brocal
profundo y final de la existencia,
aguanta, como puede,
las últimas llamas.
Le pasan el teléfono
Y no contesta.
Sólo un gemido imperceptible,
un prana que se acaba,
desde ese lugar al que todos llegamos,
un día,
con las fuerzas acabadas.
(Cuándo el mundo nos abandona
porque ya no servimos
para sus fines y pompas)
Y lo siento cerca, en la distancia,
de la misma mano
que un día fuimos juntos
y que siempre nos acompaña
en esa relación simbiótica
que traspasa
el agujero negro del tiempo
Se me ha quedado esa voz grabada
como si me hubiése querido decir
que adónde he llamado
es a un lugar dónde los árboles lloran.