Hoy me han dicho en un emailero algo que me ha dejado hundido:
¿De que valen los discursos de Petras (en su despacho, claro) y los tuyos tan profundos. Dime ¿Qué DEMONIOS SE HACE? Hacer discursos no creo que cambien las cosas.
Y he tratado, bajo las aguas --después del hundimiento de mi barco velero-- de aguantar la respiración y, con el poco aire que llevaba en mis pulmones, ir poco a poco subiendo de nuevo a la superficie para reponerme del golpe...
Porque es verdad.
Hacer discursos no creo que cambien las cosas.
Si. Es cierto.
Pero es que yo no sé hacer otra cosa,
ademas, soy demasiado cobarde
e inútil para hacer algo distinto.
Y esto ha sido lo que me ha tocado,
a babor y estribor,
y por eso me fui a pique
Pero una vez repuesto del castañazo me quedé pensando, dubitatorum, si es realmente cierto que los discursos, la teoría, el análisis, la exegésis,
las premisas, la reflexión, las verdades
--abusando del termino--
no cambien las cosas...
¿No viene la acción, el compromiso,
el experimento, precedido de la palabra?
Si... Aunque no me importa.
Porque el discurso, las ideas, es un parto,
tenemos que empujarlo hacia afuera
como la madre hace con su hijo
para no morir reventada,
sin importarle ni el para qué
ni el por qué ni el que será de la criatura.
Es algo eminentemente existencial,
metabolico, vital --medicina del subconsciente--,
donde la posible utilidad
a posteriori de ello no cuenta para nada.
Me viene al coco que en una época, la represión consistia para Sartre en la hipocresia,
la victoria de lo burgués
sobre lo auténtico y creativo.
En aquella filosofia sartriana la 'mala fé'
"surge conspicuamente en conjuncion con la propiedad burguesa y...la escisión entre los sentimientos y los actos públicos y los privados".
Para el individuo libre, la vida en la sociedad moderna se convierte en una lucha contra las retricciones burguesas (que no nos dejan 'parirnos a nosotros mismos') en el orden moral y social. Y esto nos impone, como decía Sartre, "ser la persona que yo tengo que ser por exigencia de los demas".
Para el pensador francés, todos los valores de la vida civilizada --sociabilidad, roles sociales, cortesía, incluso el amor, son para él meras trampas que destruyen la libertad del hombre.
Como un personaje señala en su obra "A puerta cerrada", "El infierno son los otros" (mas tarde, su lucha en la Resistencia francesa contra la invasión de Hitler, le hizo cambiar al respecto) Y los otros, el mundo, son intolerables precisamente por carecer de autenticidad y vitalidad atrapados como estan en el cosmos de la "mala fé".
Asi, en vez de luchar para sobrevivir en éste mundo tal como es en su corrupción, para encontrar la libertad tenemos que romper con él.
Albert Camus halló un símbolo para este absurdo de la rutina burguesa en el mito de Sisifo. Lo que sigue es el manifiesto de Camus en "El Hombre Rebelde".
La conciencia del hombre despierta, enfrenta el absurdo de la existencia burguesa moderna y decide que ya no puede soportarla.
¿Que qué podemos hacer en éste alambique
de inautenticidad, absurdo y corrupcion?:
Empujar su antí-tesis hacia afuera,
parir, exponer, denunciar, aclarar: autenticidad.
L'homme engage, comprometido vitalmente
en el mundo, es, para empezar, el discurso.
¿Cambiaran las cosas de ésta manera?
Responda como se responda a la pregunta,
la criatura debe ser parida independientemente
de la suerte que pueda tener
en el mundo adónde es arrojada
El hombre comienza por existir, se encuentra a si mismo, aparece en el mundo, y luego se define. Si no es posible definir al hombre tal como dicen los existencialista, es porque en principio no es nada. Solo será después, y sera tal como se ha hecho a si mismo.
¿Como nos definimos?
Con el discurso que eligamos (con la historia y desarrollo del mismo), primero,
poque aqui esta la placenta
de la criatura a alumbrar
¿Cambian las cosas con nuestra definición?
Si: cambiamos nosotros.
Y nosotros somos una de esas cosas
que tenemos que cambiar
Es la autoliberacion primordial.
Ya estoy mejor
Vuelvo a navegar a plena vela