"Como Hegel define: 'El pensamiento es, en efecto, y esencialmente, la negación de lo que nos rodea' (En cuanto que lo que nos rodea, al presentarse ante nosotros, no como lo que es, sino como la apariencia de lo que es) ¿Qué se quiere decir aqui con la categoría central de la dialéctica, la negación ? Este mundo se contradice a sí mismo. El sentido común y las ciencias forman parte de esta contradicción. Por ello, el pensamiento dialéctico comienza con el reconocimiento de que los hechos no se corresponden con los conceptos impuestos por el sentido común y la cientifica razón, en una palabra, el pensamiento dialéctico empieza con la negativa a aceptarlos. En la medida en que estos conceptos hacen caso omiso de las contradicciones fatales que componen la realidad, se abstraen del proceso mismo de la realidad. La negación que la dialéctica les aplica a ellos no sólo es una crítica a la lógica conformista, que niega la realidad de las contradicciones, sino también es una crítica del estado aparente de las cosas en su 'propia tierra del sistema establecido de la vida' que niega sus potencialidades y promesas."
Herbert Marcuse
(Acotado de 'Una Nota sobre Dialectica',
escrito en 1960 como nuevo prólogo
a su libro "Reason and Revolution:
Hegel and the Rise of Social Theory",
publicado en 1941)
Según veremos a continuación en el artículo de Roitman,
la negación dialéctica implícita en la definición de Hegel:
"Pensar es, en verdad, y esencialmente,
la negación de lo que nos rodea",
es totalmente hoy en día ajena
a todas las pautas y actitudes
de la alienante vida moderna.
Las enfermedades
del yo
Cada día, en primera persona, el yo gramatical es utilizado cientos de veces para designar estados de ánimo, afirmar nuestra identidad y expresar opiniones o sentimientos. Es un acto voluntario, que si no prestamos atención se hace imperceptible al oído.
No somos conscientes de su protagonismo. No se dice estoy cansado, viajaré en autobús, estoy enfadado, caminaré, hablaré por teléfono. En su lugar se antepone el yo, enfatizando el sentido individual de la acción. Una especie de necesidad enfermiza. Yo estoy cansado, yo estoy contento, yo iré al cine, yo pienso, etcétera. La presencia del yo se convierte en personaje único y redundante.
En la medida en que la economía de mercado avanza, y el neoliberalismo, doctrina que le da sustento, despliega su poder erigiendo sus valores, normas e instituciones, ésta dominación ideológica cumple su papel.
Lo que en principio entendimos como virtud, el proceso de secularización, se ha convertido en excresencia del capitalismo. La separación de lo público y lo privado, lo social y lo individual, se utiliza como excusa para desarrollar conductas inhibitorias de la conciencia, apuntalar el individualismo y facilitar el retorno del idiota social.
Todo ello recubierto de pragmatismo y una nueva manera de pensar, consistente en tener exclusivamente pensamientos positivos. Se trata de crear mecanismos compensatorios, soslayando, cuando no, huir de la responsabilidad ciudadana de participar en la vida política y social. Si la realidad es conflictiva, mejor excluirla de nuestro campo de condiciones. Sálvese quien pueda, pero yo primero.
El pensamiento positivo, considerado en la actualidad el punto de llegada del nihilismo, se impone en todos los aspectos de la vida. Y el autoengaño se perpetúa para hacerlo viable.
Los problemas no son sociales, sino individuales, y sólo yo tengo la culpa de vivirlos. El problema es de actitud. No por casualidad hoy proliferan los coach, los gurús, los entrenadores personales y, con ellos, los cursos para tener éxito, ganar dinero y romper el círculo negativo de la frustración.
En otras palabras, no tire balones fuera ni culpe a nadie. Usted tiene la llave para triunfar, ser millonario, conseguir la fama y superar obstáculos. Sólo debe tener una actitud positiva. Autoexplotarse, convencerse de un sonoro sí se puede.
Repita varias veces al día yo, yo, yo, yo y sólo yo soy capaz de enfrentarme a todo cuanto me pase y ser triunfador. Soy positivo. Si no lo consigue, el suicidio se convierte en realidad aplastante.
Por tanto, usted no tiene derecho a protestar, indignarse, pedir explicaciones por la corrupción, demandar derechos, mejor sanidad, educación. Nada de ello lo hará feliz. Si tiene cáncer, no saca nada con enfadarse. Siéntase contento. Es un privilegiado. La enfermedad le permite vivir la vida de manera diferente. Un don de Dios.
Mejor deshacernos de la negatividad y considerarnos sobrevivientes. No se preocupe si se muere. Hizo lo que tenía que hacer. La gente guardará un buen recuerdo. Igualmente, si nos despiden, no se queje. No discuta.
Tómelo como opción para cambiar de vida. Una posibilidad de hacer lo que quiere. Sea positivo. Si lo desahucian, le quitan su casa, no puede pagar la hipoteca, no se preocupe. Así tendrá ocasión de mudarse de barrio, tener nuevas amistades y rehacer su vida. Sea positivo. Si le afectan las noticias sobre el hambre en el mundo, las guerras, la violencia sexista, la esclavitud, el tráfico de armas, el crimen organizado, etcétera, no se complique. La solución está en su mano. No vea las noticias que alteran su biorritmo. Deje de leer periódicos, apague el televisor y busque informaciones que le suban la moral.
Por ejemplo, un niño salva a su perro de morir ahogado; una mujer amamanta a un bebé de su vecina; una persona recobra el conocimiento tras años de estar en coma; la primavera se adelanta y los almendros están en flor. Sólo usted, céntrese en sus objetivos, no se distraiga ni distraiga a nadie. Eso sí, utilícelos en su beneficio.
Tenga pensamientos alegres, placenteros. No se preocupe de lo que pasa en el mundo. Desconecte. Evite las malas sensaciones. Huya de personas que le cuentan problemas y buscan ayuda. Usted no tiene nada qué decirles. Sólo lo pueden amargar. Si es su esposa, o sus hijos, pida el divorcio. En definitiva, la crisis es una opción, una oportunidad, nunca un obstáculo.
Si fracasa, es su culpa.
Las enfermedades del yo tienen en el pensamiento positivo su explicación. Soy culpable de todo cuanto me pasa. Incapaz de ser positivo, mi negatividad me ha bloqueado.
No conseguí superar el cáncer, fui negativo y eso me lleva a la muerte. Me despidieron por levantar la voz, fui subversivo. Pedí responsabilidades a las autoridades políticas, me detuvieron y encarcelaron. Fui protestón.
Ahora soy infeliz, me siento frustrado y, peor, fracasado. Pero siempre hay otra salida: ser positivo. Todo está en mi interior. Debo ser fuerte.
No por casualidad ciertas enfermedades proliferan, desde la anorexia, el estrés, la depresión y la impotencia sexual, hasta la bulimia. Todas forman parte de un nuevo estado de existencia, cuerpos y mentes sumisos donde el yo ha roto el proyecto democrático del nosotros emancipador.
El sistema inmunológico se muestra ineficaz, como en el cáncer. Son nuestras células las que lo producen. El neoliberalismo nos cala la mente y, desde luego, hasta la muerte.
La Jornada
México