A punto de partir,
incognitas del devenir,
escindido el holograma,
desde otra atalaya
se experimenta el existir
y el gran movimiento del barco
que desde abajo no podiamos sentir
imposible de vaticinar)
Es una rapsodia de Rachmaninoff
en piano de teclas blancas y negras
dónde ya no nos sirven
La Razón de Anaxágoras
El Atomo de Demócrito
El Uno de Plotinio
La Esfera de Parménides
El Móvil de Heráclito
La Idea del Bien de Platon
La Cosa-en-sí de Kant
El Yo de Fitche
El Espíritu de Hegel
La Substancia de Spinoza
La Voluntad de Shopenhauer
La Alienanción de Marx
El Inconsciente de Freud
Nada nos sirve ya.
Porque --ahora-- vamos
en el "carajo" (a) del barco,
y el mar del transcurrir
nos mueve
de un lado para otro,
y, escindido el holograma,
(safada la parte
del andamio total),
un flujo de sensaciones,
subterráneos,
sentimientos,
miedos,
horizontes,
nostalgias,
recuerdos,
palimpsestos,
pasados,
(esa taxidermia que hace el tiempo
con todo lo que tocamos),
se nos agolpan
en ésta canasta,
arriba del palo,
que se balancea al compás
de ésta rapsodia de Rachmaninoff
cuyas olas nos incrustan en pedazos.
(a) El “Carajo” era el nombre que se le puso al espacio ubicado en la parte más alta de los mástiles de las antiguas carabelas españolas. Era una especie de canasta, que servía como puesto de observación, desde el cual los vigías oteaban el horizonte en busca de naves enemigas, puntos de ubicación o lugares hasta donde querían llegar