relaciones sociales, mayor va haciéndose, casi hasta confundirse, la semejanza entre todas éstas figuras, en el exterior tan extraordinariamente diferentes las unas de las otras.
Objetivamente (y también, por tanto, artís-ticamente), el mundo de las relaciones humanas culturalmente desplegadas es incomparablemente mas rico y mas variado que el simple y escueto mundo de los instintos, razón por la cual un arte que hace de este mundo, con exclusivismo casi dogmatico, el tema central, marcha forzosamente hacia la monotonía, hacia la nivelación. El coito entre Eneas y Dido no se diferencia gran cosa de la unión carnal entre Romeo y Julieta; en cambio ¡qué individualidades tan auténticas e imperecederas crean las diferencias entre los sentimientos. amorosos de una y otra pareja, condicionados por las diferencias sociales y culturales!
El abstraccionismo no fraternal de la mayoría de los no conformistas de hoy ha engendrado, asi, una inhumana nivelacion de sus creaciones. A la uniformación a que más arriba nos referiamos, impuesta desde fuera por los organos del capitalismo monopolista, viene a unirse aqui —sin quererlo— la uniformación provocada desde dentro.
Tenía razón Ernst Fischer cuándo decía en el Congreso de la Paz de Wroslaw, que las modernas individualidades no conformistas se parecían como un huevo a otro huevo.
Toda ésta estructura: la nivelación de la personalidad, su uniformidad, su normación, tanto mayores cuánto mas ruídosa y turbulentamente se proclama el no conformismo, su reflejo en la creación artística y en la receptividad, es una situación objetiva que brota necesariamente del suelo del capitalismo monopolista; y, subjetivamente, se trata, con mucha frecuencia, de un engaño de si mismo, de un fraude contra si mismo. Tal es el carácter general de ese "mundo libre" de hoy, que tanto se pregona.
Asi era ya también bajo Hitler. Con la diferencia de que, allí, la mentira aparecía disfrazada, para unos, bajo el velo multicolor de los mitos, mientras que otros opinaban que la demagogia y la tiranía hitlerianas (y no la esencia del capitalismo monopolista desplegado, cuyo simple agente era Hitler) constituían el único obstaculo, cuya eliminación traería consigo el advenimiento de la beatífica era del individualismo no conformista.
El velo ha caído, el griterio se ha apagado. Y todo el mundo puede darse cuenta, hoy, de que la coacción de la apologética del sistema capitalista, y concretamente bajo su forma actual, agresivamente guerrera, no es más que la condición previa para un no conformismo tolerado.
El margen de la libertad de movimientos es, en éste mundo, cada vez mas estrecho, y el contenido prescrito y que se obliga a proclamar, cada vez más pobre y mas mentiroso. Parece increíble, pero es verdad. La ideología de la guerra fría ha traído consigo un descenso de tal nivel --de genuína ibertad-- incluso con respecto a Hitler. (No de otra forma dos centanas de billonarios se hubiésen podido apoderar del funcionamiento --y riquezas-- de la mayor parte de la economía de la Humanidad)
Para convencerse de ello, no hay más que comparar a un Hans Grimm con un Koestler, o a un Rosenberg con un Burnham. Las causas de ésto ya las hemos puesto de relieve. Residen en el hundimiento de la apologética indirecta --del capitalismo-- que podía, por lo menos, poner a los ideológos el cebo de la engañosa apariencia de una unión con el pueblo.
Por mucho que se esfuercen con el sudor de sus frentes, los brain-trusts de hoy seran incapaces de sacar de su arsenal, para la lucha contra el comunismo, una nueva forma que pueda entusiasmar realmente al pueblo. La mendacidad es cada vez mayor, y su manera de presentarse cada vez menos tentadora y menos atractiva. Hitler todavia pudo arramblar con todo lo que encontró de reaccioriario en cien años de trayectoria irracionalista y sacar el irracionalismo, como hemos visto aqui, de los salones a la calle.
La obligación, socialmente condicionada, de recurrir a la apologética directa hace que ésto sea imposible, hoy, para los nuevos apologistas"
(Págs. 669-670.) 1953