Hoy es otro día,
aún siendo el mismo día,
paradoja eterna
dónde la vida y el cosmos,
sin conocerse,
se dan la mano.
Es la mismidad disfrazada,
en el cambiar, en el ir andando.
Es el caminar estando siempre
en el mismo lado.
Es la fija Esfera de Parménides
del mismo día
subida en el córcel de Heráclito
que se mueve siempre por nuevos
valles, vaguadas y prados.
Es Alessandro Marcello
al que escuchamos hoy al levantarnos
y entrar en el viejo y nuevo día
de éste planeta humano,
inhumano,
cuyas entibaciones crujen
bajo el peso que le echamos
y tenemos que tomar
un reposo, un descanso,
una salida tangencial
para escaparnos a otras épocas,
a otros lagos --relojes parados--,
dónde, sin juguetes y sin cacharros,
llenando el vacío con la esencialidad
de lo que portamos,
se creaba, por ejemplo,
ésta música que escuchamos...
Es cómo un bálsamo que necesitamos
dónde las palabras ya no sirven para nada,
para nada, Señor,
de tan enredados como vamos.
Entónces es cuándo
se abren otras vetanas,
otros postigos cerrados,
y aparecemos a un paisaje,
nuevo y viejo,
como el día dónde estamos,
y vemos, allí, a lo lejos,
a un jinete cabalgando,
indiferente en su córcel
a todo lo que está pasando.
Y nos preguntamos:
¿estará enterado de la sentencia
que viene a cumplir el ser humano?
Porque lo vemos cabalgar,
seguro en su caballo,
cómo si supiese adónde va,
de dónde viene,
y cúal es el paisaje
que está cruzando.
...Qué extraño,
nos decimos,
cuándo, al mismo tiempo,
nuevo y viejo,
el rebaño pasta conducido
por pastores y mastines
que aseguran la ficticia realidad
dónde somos ordeñados.
...Qué extraño,
¿sabrá el jinete la sentencia
que viene a cumplir el ser humano?