Gaviota,
junto al mar,
con un ala rota,
esperando tranquilamente la muerte.
Sola,
sin médicos,
hospitales,
medicinas,
sin ayudas para curar y desviar
el proceso natural,
que, tranquilamente,
junto a la sonata de las olas,
siente su final.
Junto al mar.
En el mismo lugar dónde nació.
Arriba, el cielo,
las nubes,
el sol;
bajo sus pies,
la roca,
más allá, la arena,
infinitos caminos donde vivió,
bajo su alma,
la tranquilidad.
Así tambien quiero morir yo.
Una ala partida,
ya el vuelo quebrado,
sobre una roca,
junto al mar.
Se lo he dicho
y me ha mirado
désde ese "unus mundus",
dónde todos estamos,
y me ha respondido:
"-Solo los hombres moríis;
solo los hombres conoceís la muerte;
todas las demas criaturas 'dejámos de vivir';
dejar de vivir y morir,
dos cosas distintas que no podeís discernir;
por eso tú nunca morirás como yo:
tu 'ala rota' partirá también tu tranquilidad,
a mi sólo me quiebra el vuelo,
mi dejar de existir"
Arrastrándo su ala andó hacia la playa.
Su ala, en la arena,
dejaba un surco,
un dibujo,
que corroboró sus palabras...
Después, al pasar junto a ella,
me dijo con su pico
enfilado al mar que miraba:
"-En vosotros, la muerte es un castigo.
Recuerda la sentencia del paraíso:
'Si comeís del fruto prohibído, morireís'.
Para un castigo nunca hay tranquilidad."
Cantaba el mar,
a lo lejos,
una canción que no puedo recordar.
