está compuesto de la misma fábrica genética que nosotros,
tan sólo cambia la combinación de las 'letras':
'A', Adenine,
'C', Cytosine,
'G', Guananine,
'T', Thymine.
Cada conjunto de todas estas 'letras'
forman un 'nucloíde',
un código genético,
y cada tres 'nucloídes' forman un 'aminoácido',
y dependiendo de que orden líneal
tengan estos 'aminoácidos' en la cadena proteínica,
aparece un árbol,
una améba,
un píojo,
un pájaro,
una serpiente,
un caracol,
un cerdo,
uno de nosotros
o una rata...
nada más,
así de sencillo,
todo depende de la posición
que tengan los aminoácidos
en la cadena proteínica.
Lo demás son antropocéntricas ilusiones
con las que nos vamos engañando
para soportar todas nuestras mentiras
sobre nosotros mismos,
para creer el cuento que nos contamos
dónde nos autosituamos en el vértice
de una pirámide ficticia
que los terremotos de los hechos
nos la derrumba contíuamente.
Las plantas tienen su 'mente',
'A', 'C, 'G', 'T'.
Jeremy Narby, en su interesantísimo libro,
"La Serpiente Cósmica",
nos ha demostrado
que la tremenda y sofisticada cultura botánica
que poseen los nativos amazónicos
sobre la riqueza de la flora dónde viven
la han adquirido por medio
de "la comunicación" con las mismas plantas,
es decir: son las plantas las que se la han transmitido.
Y yo lo creo.
Lo creo porque yo hablo mucho con las plantas
y he comprobado que es cierto.
A mi siempre me ha atraído y subyugado
la forma de vida vegetal,
árboles, plantas, hierbas, matas,
que no se tienen que desplazar,
que viven, parmenidesíacamente, en el mismo lugar:
éste es el paraíso real:
en plantas nos tuvimos que quedar,
sin evolucionar;
la evolución es un error,
nos hace más complejos,
nos complica,
y tenemos que trabajar muchísimo mas:
andar,
correr,
volar,
arrastrar,
nadar,
trepar,
saltar,
un latazo,
para ir en busca de los alimentos,
de los sustentos que necesitamos
para poder existir y funcionar.
Las plantas son mas listas:
se negaron a evolucionar,
se sentaron, como Buda, a meditar;
ésto demanda mas inteligencia,
más sabiduría de lo que podemos imaginar:
el alimento viene a ellas,
no hay que currelar.
Los árboles no tienen los problemas
de tener que moverse, que caminar;
por eso todas sus energías
están destinadas a pensar,
observar, contemplar.
Por eso me gusta hablar con ellos.
A mi me gusta hablar con los seres sin problemas,
así no me los pueden pasar.
Yo hablo mucho con las plantas,
con los arboles,
con el divino mundo vegetal:
yo quiero ser un vegetal,
como ellos,
y quedarme quieto,
estático,
inmutable,
ataráxico,
epojé de suspensión de juicios,
nítida claridad,
reduccion al Nirvana
que todos ansiamos alcanzar;
anclados a la vivencia del lugar,
como ellos,
y así, tranquilo,
Inmóvil Perpetuo,
qu baje todas las noches la Luna
a darme el último beso,
y que venga la Luz del día
a restaurar y renovar
mis Campos Magnéticos.
Y así, aprehender el mundo
tal como es, sin distorsiones,
sin símbolos, sin miedos.
Cuando era niño me peguntaban:
"¿Y tú, qué quieres ser cuando seas mayor?"
Y yo siempre respondía:
"Arbol, quiero ser un árbol alto y grande"
Y creo que, en parte, lo he conseguido,
porque cuando hablo con ellos,
el orden líneal de mis aminoácidos
en mis cadenas proteínicas, cambia,
cambia completamente e imita
su orden lineal.
Y es entónces cuando me comunico con ellos.
Muchas cosas me han contado las plantas,
los árboles, muchas,
pero es difícil traducirlo a palabras humanas.
Todo lo que se traduce a palabras
de las lenguas humanas pierde su auténtico sentido,
porque la Naturaleza,
el Objetivo Mundo Exterior,
nada tiene que ver con los símbolos de las palabras,
gramáticas,
sintáxis,
léxicos y demás de esas garambainas.
Asi, que, lo siento, no puedo decir nada;
todo lo que pudíera decir no concordaría
con lo que de verdad quiero decir.
Lo mejor que podemos hacer es quedarnos quietos
delante de una planta,
(delante de la Vida),
parados,
mirándola,
detener el motor de nuestra calabaza,
y tratar de sentir
de que hay muchas clases de 'cerebros'
--que piensan-- y que con el nuestro
no tienen que ver nada,
absolutamente nada,
tan sólo que todos están compuestos
por las cuatro 'letras' de marras,
Adenine, Cytosine, Guananine, Thymine,
y que cada conjunto de todas estas 'letras'
forman un 'nucloíde',
un código genético,
y cada tres 'nucloídes'
forman un 'aminoácido',
y dependiendo de que orden líneal
tengan estos 'aminoácidos' en la cadena proteínica,
aparece un árbol,
una ameba,
un píojo,
un pájaro,
una serpiente,
un caracol,
un cerdo,
uno de nosotros
o una rata...
y dependiendo de que ser de uno de estos
esté sentado delante de la planta,
si readapta el orden líneal de sus aminoácidos,
se comunicará con la planta.