en ríos que desaguan
cruzando vaguadas y atalayas
en corrientes y flujos
que, cíclo tras cíclo,
erosionan,
desgastan y crean
perfíles nuevos,
valles y playas;
decídme, mañana empalada:
¿Dónde están los jardines
que irían a surgir del desierto?;
¿dónde las avenidas
con vistas magníficas
de tierras y cielos?;
¿dónde el viento prometéico
que empujaría las velas del Progreso?;
¿dónde la 'libertad' de Hegel
y la de tantos otros que,
aunque 'limpíandolo',
lo siguieron?;
¿dónde la miel, dónde el romero?;
¿dónde el mundo que la Razón y las Ciencias
nos prometieron?
Ahora estamos varados en arrecifes
que están en las cartas marinas
con la que otros nos advirtieron,
que los conocíamos,
que los conocemos,
pero, sin embargo,
el barco navegó derecho a ellos,
y ni el capitan,
ni la tribulación,
ni los pasajeros,
hicieron nada para cambiar el rumbo
y dirigirnos a buen puerto,
y los pocos que se amotinaron
fueron arrojados por la borda
con la complicidad de todos los marineros.
Por eso te preguntamos:
¿Por qué, mañana empalada,
se dirigió la embarcación
hacia ese peligroso barvolento
dónde nuestra quilla tocó fondo
y ahora tendremos que esperar
(¿por cuánto tiempo?)
a que una gran marea,
una gran revolución oceánica,
suba las aguas para ponernos
a navegar de nuevo?