Esta autodidaxia ha sido un proceso largo de estudios y trabajo que ha durado setenta años! Cómo veís, comencé de monaguillo, en el puesto ecleciástico más bajo; eran tiempos duros y lapidarios, de hambre, de represión y escarnio. Daban "hostias" por todos lados.
Yo -cómo monaguillo- hacía las hostias con harina de pan blanco (una harina, que, por aquellos tiempos, era manjar sagrado; hoy creo que usan un sintético especial orgánico..dios ha camiado de gusto y de bocado)...aún me acuerdo...en un molde eléctrico que el cura me encargaba de tener siempre limpio y a mano; y el vino, antes de consagrarlo, tenía que tener sus adecuados grados (de alcohol), pués ya se habían dado casos en los que más de un sacerdote, a mitad de la misa, se había desplomado; entonces se tenía que tener mucho cuidado; y yo era el encargado de que todo estuviera siempre en perfecto estado.
El tiempo fué pasando y mi vocación y mi fé fueron aumentando. Así, que, poco a poco, pasé a ser sacristán, bautizos, bodas, entierros, dónde los muertos se hacían carne y pulso que aún no he olvidado, dónde la muerte y la vida, aprendí, siempre van de la mano, y litúrgias de domingos, cuando los evangelios del Apóstol de los Pobres, como empecé a llamarlo, me comenzaron a abrir inquietudes que después me abrirían nuevos campos.
Después...hasta me dá verguenza contarlo...una noche soñé que se me aparecía el arcángel San Grabiel y que me anunciaba algo, algo que al principio no entendí, pero que después fuí vislumbrando, y era que me pedía que ingresara en el Seminario, y yo le dije que no estaba peparado, pero me contestó que al Seminario que se refería era el de la Vida Misma, dónde hay matrícula libre y cada cual tiene que hacer sus estudios recorriendo sus caminos y enfrentando al Auténtico Cristo que es el que realmente nos enseña y nos ilumina la justicia y el espíritu que todos llevamos, y que aquí, las jerarquías ecleciásticas son tan sólo la madurez y la genuína razón que nos guía.
Y me gustó lo que me decía, así, que, aquella misma mañana, ingresé en aquel maravilloso Seminario que el arcángel, en mis sueños, me proponía.
Y me fuí por el mundo, por la existencia, por los pueblos, por la vida, por su Interperie, por sus abismos, por sus vaguadas, por sus avenidas...el mismo paísaje que una vez Cristo lo describió diciendo: "Las aves del cielo tienen sus nidos y las alimañas sus guaridas, pero el Hijo del Hombre no tiene una almohada dónde apoyar su cabeza".
Y ésto fué lo que yo fuí realizándo y verificando en el Seminario de la Vida. Y poco a poco, recorríendo las veredas y atajos de éste ancho y ajeno mundo, de sacristán, pasé a obispo, a cardenal, pués ya los birretes de las carreteras por las diferentes ramas de la humanidad que atravesaba se fueron poniendo rojos de tanta esperanza y sangre que de ellos emanaban. Y en una de las bifurcaciones de los caminos, no hace mucho tiempo, conocí al Padre Miguel D'Escoto (Ex-Presidente de la Asamblea General de las Organización de las Naciones Unidas, ONU)...y me causó una impresión grandísima...¡ Me enseñó tantas cosas...! Y fué él el que, realmente, me hizo ver al Verdadero Jesucristo (el que yo siempre, desde monaguillo, había presentido), y fué él el que me consagró Papa al comprobar que yo ya estaba preparado para conocer la Verdad: que el llamado Santo Padre del Vaticano es tan sólo un impostor al servicio del Capital, que tan sólo representa al Anti-Cristo al que tenemos que desenmascarar, pues el verdadero Cristo está en la Justicia que todos, hechos Papa ya, tenemos que llevarla a la práctica comprometiéndonos con aquel Apóstol de los Pobres, que, por subvertir revolucionariamente el orden establecido en aquella época del Sanedrín Imperial, fué condenado a muerte como todos los Redentores de la humanidad.
Y esta es mi autodidaxia, mi transcender, ese largo proceso de nuevos conocimientos y valores que vamos incorporando a nuestro saber hasta que, en contínua evolución, de monaguillo a Papa, podamos crecer.