La Habana, 2 de enero de 2010
Primero de enero de 1959: 400 cómplices de Batista buscan refugio en EE.UU.
POR JEAN-GUY ALLARD
Ninguno de los asesinos, torturadores y ladrones del régimen de Fulgencio Batista reclamados por Cuba después del Primero de Enero de 1959 fue luego extraditado.
Muchos vivieron desde entonces en la Florida, donde se beneficiaron no de una total impunidad e incluso varios fueron reclutados por la CIA para sus guerras sucias contra América Latina
Ese mismo día que marcó la llegada el poder de la Revolución lidereada por Fidel Castro, llegaron a EE.UU., por un aeropuerto de Jacksonville, en la misma Florida, algunos de los más repugnantes personajes del régimen pro-norteamericano del dictador Fulgencio Batista.
Enumerar los nombres de algunos de ellos es suficiente para despertar entre los cubanos de la generación de McCain un sentimiento de horror.
Ese día arribaron en esa localidad nada menos que el mayor general Pilar García, asesino de los asaltantes al cuartel Goicuría, Jefe de la Policía Nacional, el más abyecto torturador de La Habana, y su hijo de siniestra fama, el teniente coronel Irenaldo García, junto al mayor general Luis Robaina, inspector general del ejército batistiano.
Por ese mismo lugar, en el mismo vuelo, llegaron también el Jefe de Estado Mayor de Batista, Francisco "El Viejo Pancho" Tabernilla, y sus tres hijos, Carlos, jefe de la aviación que ordenó los bombardeos de Cienfuegos y Santa Clara; Francisco, jefe del cuerpo de tanques, y Marcelo, jefe de los bombarderos del campo militar habanero de Columbia.
CINCUENTA Y CUATRO PASAJEROS CON CINCUENTA PISTOLAS
Según un reporte de The New York Times, cuatrocientos individuos identificados con el régimen de Batista salieron huyendo de La Habana ese primer día de enero para aparecerse en Estados Unidos y República Dominicana.
En esa misma parte del sureste del país donde se encontraba McCain, precisamente en la Nueva Orleans, se produjo una de las llegadas más características de la naturaleza gansteril del régimen que acababa de ser derrocado en la Isla: los servicios de aduanas ocuparon cincuenta pistolas y dos granadas a las cincuenta y cuatro personas que salieron de una aeronave. Nadie fue arrestado.
Otros 47 batistianos, entre ellos Francisco Batista, el hermano del dictador, aterrizaron en West Palm Beach, cerca de Miami. Dos pilotos de la dictadura se aparecieron en Daytona Beach con un bombardero.
Mientras, centenares de partidarios de la Revolución protestaban en el aeropuerto de Miami contra la llegada de los batistianos.
UN VUELO DE CUBANA SECUESTRADO HACIA NUEVA YORK
Al norte, en el Aeropuerto Internacional de Nueva York, en el barrio de Queens, 91 personas descendieron de una aeronave de Cubana de Aviación cuyo piloto, Raúl Cabeza, declaró haber sido obligado, a punta de una pistola, a volar desde La Habana.
Entre esos pasajeros se encontraba Mario Cabas, ministro de Transportes de Batista; Victor Ramo, un oficial de inteligencia, y Hermenegildo Hernández, un mayor del ejército.
Cabeza contó al Times cómo un personaje se le acercó en el aeropuerto de La Habana y lo amenazó con una pistola. El avión salió a las 9:19 AM y llegó a Nueva York a las 2:02.
A pesar de las declaraciones del piloto, ninguno de los ocupantes de la aeronave pirateada fue arrestado. Dos pistolas fueron encontradas a bordo.
Sin embargo, la policía mandó a 70 agentes a rodear a los 250 manifestantes favorables a la Revolución que se manifestaban contra los batistianos.
En Linden, Nueva Jersey, decenas de simpatizantes de la Revolución esperaron en vano, para repudiarlo, la anunciada llegada de un esbirro que no apareció. La policía arrestó a uno de ellos.
Ninguno de los 400 asesinos, torturadores y ladrones señalados por The New York Times reclamados el Gobierno revolucionario fue luego restituido a Cuba.
Al contrario, muchos prosperaron al asociarse a los programas de sabotaje y terrorismo desarrollados durante décadas contra Cuba y América Latina. Varios se hicieron ricos al participar en acciones encubiertas en varios continentes.
Varios de ellos se encargaron de imponer en Miami el dominio de una mafia de pura cepa batistiana que ha controlado hasta hoy la vida política del Sur de la Florida y que sigue orientando, a pesar de toda lógica, la política agresiva de Estados Unidos hacía la Isla.