He hablado por teléfono con mi hermana, vieja capitana de barco de mil batallas allá por la milenaria Al-Andalus
donde aún los árabes reivindican sus marcas, y, cansada, me ha dicho sin su energético chi que caracteriza sus abiertas plazas, que su barco está en los astilleros
con ciertas vías de aguas...y que cada cúal hace su vida navegando por sus ensenadas y que llega un momento en la vida que ésta pasa sus facturas y cuentas y no tenemos con qué pagarlas...
Y no tenemos con qué pagarlas...
(El tiempo, si, erosiona montañas,
y somos simples animales
engañados con tener alma)
Había en su querida voz sonatas que ya no cantaban y geranios fracturados por falta de sol y agua, y una desazón melancólica de huesos rotos --y callada-- se apoderó de mi ser sin poder expresarla.
(Nada importante se puede expresar)
La escuché sin poder ayudarla.
(Las ayudas no valen para nada)
En un pozo profundo recordé nuestra infancia,
murmullo de fuentes, como dice el poeta,
que el tiempo desvía y amortaja
para conducir sus corrientes a otras playas.
Los hijos nacen, crecen, y vuelan a sus atalayas.
Después aparecen los nietos para continuar las alas.
Y volando vamos, unos tras otros,
sin darnos cuenta,
sin escalas.
Y los padres enmudecen,
se marchitan,
se van y se acaban.
Noria sísifica sin descifrar
el agua que se derrama.
Y cada cual a lo suyo, a sus nidos y alboradas,
dónde el dios Janus en el que creíamos
nos ofrece --sorprendidos-- la otra cara.
(Pensabamos que sólo tenía una cara,
la que siempre veíamos,
la que nos enseñaron a creer
como unidad sagrada,
¿y cómo es que después,
con los años,
ahora veamos otra distinta
que contradice su antigua mirada?)
Y si te vi no me acuerdo, monada,
me dice mi hermana,
con ese tópico tan repetido
que sin embargo arranca
verdaderas entrañas.
Oyéndola, y acordándome de que nosotros,
también, tenemos facturas y cuentas que tampoco
podemos pagarlas, la felicite en sus años cumplidos
y en los incumplidos, esos que los almanaques
no señalan porque son los que nos impiden
que vivamos cuándo los deseos se estrellan
contra los que mandan.
Cuándo la llamé creo que estaba limpiando
--esas casas centenarias de patios y corrales
por la que todo ha desfilado y pasa--,
por su jadeo, movimientos y sonidos
que se colaban por el teléfono
de lo inalámbrico que me llegaba...
(En Al-Andalus, las casas se limpian
en rituales que los dioses exigen
para que el altar no caíga;
después se cierran las puertas y ventanas
para que la pureza no se vaya)
Y si te vi no me acuerdo, monada.
La frase se quedó, estática, en el celular,
negandose a desaparecer
del ambiente que me enjuagaba...
Su voz, por primera vez, se me agarró
como una dura y suave mano a la garganta.
Debe ser ese inapelable curso humano
que el ciclo del tiempo desgrana
dónde terminamos no hallando
el sentido que nos inoculó la vida
que por la maleza se nos escapa...
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La musica es de Beethoven.
Piano Concerto No. 5
in E-flat major, Op. 73
Adagio Un Poco Mosso