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Queipo de Llano, el "Carnicero de Andalucía", sigue enterrado y glorificado en la Basílica Santa de la Virgen de la Macarena en Sevilla. Lluvia de cenizas y lagrimas siguen cayendo sobre su cabeza. |
Asesinado por el cielo, entre las formas que van hacia la sierpe y las formas que buscan el cristal, dejaré caer mis cabellos. Federico Garcia Lorca 'Poeta en Nueva York' |
Al dejar Al-Andalus, después de dos años de estancia, nos vamos sintiéndo que la obra de aquel monstruo que describe Antonio Bahamonde en su famoso libro "Un Año con Queipo de Llano", 'Memoria de un Nacionalista', la Virgen de la Macarena, por milagro divino, la sigue manteniendo viva en los palpables efectos de aquella memoria a pesar del tiempo transcurrido...adaptada, naturalmente, a los necesarios ropajes de la "democracia" que ha surgido.
Lluvia de cenizas y lágrimas sobre su cabeza siguen cayendo a pesar del olvido. Y no existe ningún paraguas con el que protegerse de tal diluvio.
Es triste y perturbador,
hiriente, significativo,
en esa España que sigue helando el corazón
como si Machado estuviese siempre vivo.
Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré, --no solamente-- caer mis cabellos
sino aquellos tirabuzones
que crecieron cuándo,
desde afuera,
el pensamiento y el deseo
soñaron encontrar algo mejor
a lo que yace cerca y lejos
en sus abiertos postigos.
Aquellas sombras del luto,
el miedo, la frustación y la crueldad,
con las que aquel Carnicero del pueblo anda-luz
inmoló a lo más digno de Al-Andalus,
siguen aún danzando en un anda-penumbra
de eclípses giratorios que no acaban
de abrir sus estrellas.
Al dejar Al-Andalus
nos llevamos en el corazón
ésta imagen rota
de cenizas y lágrimas
que siguen cayendo sobre su cabeza:
la de todo un pueblo humillado y amordazado
que tiene que seguir tragandose
la piedra de molino
de ver a su asesino en serie
acogido y venerado en un templo divino.
Asesinado por el cielo
está Al-Andalus;
enterrada en fosas su memoria;
Y éste pulso y latido
es el que, por muchas ropas,
panderetas y folklore que se le ponga,
es el que sale a flote cuándo se escarba
y se ahonda en las apariencias que lo deforman.
Al dejar Al-Andalus
nos llevamos en nuestro equipaje
las dolorosas grietas incicatrizadas
que nunca cerraron
porque los duendes y fantasmas
del mismo régimen que el Carnicero de Andalucía
asentó con terrorismo, golpes y porrazos,
sigue acojonando a una población
que de éste trauma aún no se ha escapado.
Y la evidencia de todo ello
está cuidadosamente enterrada
en una Basílica Santa.
Al dejar Al-Andalus.
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PD: Cataluña tiene a su Lluís Companys.
Nosotros tenemos a nuestro Queipo de Llano.
Llanos y montañas
dónde se cruzan héroes,
monstruos y santos.