Aquellos cipreses rodeados
de altos muros
en una isla perdida
dónde llegastes un día
con una túnica blanca
en una barca de remero desconocido,
sin preguntar,
sin saber lo que había ocurrido.
¿Estabas muerto o vivo?
¿Recuerdas aquel sitio?
¿Dónde estabas realmente?
¿Como nadie predijo lo sucedido?
¿En que dimensión
y se originaba aquel silencio,
aquel misterio y sigilo?
Ni el mar se movia,
ni el viento,
ni la cornisa del abismo
se decidia a hacer ruidos,
nada,
todo era inimaginado,
sin pulso,
vacío,
como si el tiempo
como si aquello desmintiera
todo lo que habías creído.
Después atracó la barca
al pie de las escaleras,
y tú te bajastes,
sonámbulo de milenios y siglos,
y caminastes despacio, despacio,
hacia tu sepultura
como si ya conociéras
lo que te había deparado el destino.
Y entrastes en ella,
nunca habían visto,
te tumbastes en su suelo
y te quedastes dormido;
Entonces,
cubrió con una losa negra
el nicho que ya te daba
¿Recuerdas?
Tú nunca supistes
era la del mismo río,
y que el mar podría contener
una isla inubicada
dónde el pensamiento llegaba