"¿Como se puede ser sano
y existir en una sociedad demente?"
Herbert Marcuse
"La situación del capitalismo hoy en día no es solamente una cuestión de crisis económica y política, sino UNA CATASTROFE DE LA ESENCIA HUMANA…que condena, meramente, cada reforma económica y política a la futilidad e incondicionalmente DEMANDA UNA TOTAL REVOLUCION"
Herbert Marcuse, 1932
"Despues de las Guerras Mundiales, el ritmo de la conquista psiquiátrica se aceleró mucho. Como resultado, hoy, particularmente en el rico mundo occidental, todas las dificultades y problemas de la vida se consideran afecciones psiquiátricas, y todas las personas (salvo la que hace el diagnóstico) están mentalmente enfermas.
En verdad, no exagero al decir que la vida misma se concibe ahora como una enfermedad que comienza con la concepción y termina con la muerte, y que requiere, en todas y cada una de las etapas del trayecto, la ayuda experta de los médicos, y en especial de los profesionales de la salud mental.
El lector inteligente tal vez perciba aqui un detalle sutilmente familiar. La moderna ideología psiquiátrica es una adaptación —para una era científica— de la ideología tradicional de la teología cristiana. En lugar de nacer pecador, el hombre nace enfermo. En lugar de ser la vida un valle de lágrimas, es un valle de enfermedades. Y así como en su trayectoria desde la cuna hasta la tumba el hombre era antes guiado por el sacerdote, ahora es guiado por el médico.
En síntesis: mientras que en la Era de la Fe la ideología era cristiana, la tecnología era clerical y el experto era un sacerdote, en la Era de la Locura nos encontramos con que la ideología es médica, la tecnología es clínica y el experto es un psiquiatra.
Por cierto, esta medicinización y psiquiatrización —y, en general, esta tecnificación— de los asuntos personales, sociales y políticos es, como a menudo se ha destacado, una característica prevaleciente de la moderna era burocrática.
Aquí he intentado captar en unas pocas oraciones (y con mayor extensión en los ensayos que componen este volumen) sólo un aspecto, aunque un aspecto importante, de esta moderna ideología científico-tecnológica, a saber, la ideología de la cordura y la insanidad, de la salud mental y la enfermedad mental.
Como ya sugerí antes, esta ideología no es más que una
vieja trampa presentada con nuevos artilugios. Los poderosos siempre han conspirado contra sus subditos procurando mantener su cautiverio; y para alcanzar sus fines se han basado siempre en la fuerza y el fraude. En verdad, cuanto más eficaz es la retórica justificatoria mediante la cual el opresor oculta y desfigura sus verdaderos objetivos y métodos —como ocurrió en el pasado con la justificación teológica de la tiranía y como ocurre en el presente con su justificación terapéutica—, tanto más logra el opresor, no solo someter a su víctima sino también despojarla de un lenguaje con el cual expresar su condición de víctima, convirtiéndola así en un cautivo privado de toda posibilidad de escape. Esto es precisamente lo que ha conseguido la ideología de la insania en nuestros días.
Esto ha conseguido privar a un gran número de personas —por momentos parecería que a casi todos— de un vocabulario propio en el cual encuadrar su afligente situación sin rendir honores a una perspectiva psiquiátrica que menoscaba al hombre como persona y lo oprime como ciudadano.
Por regla general, cuando el psiquiatra enfrenta conflictos sociales y éticos secundarios, como los que suelen presentarles los «pacientes neuróticos», apoya los intereses del paciente tal como este los define (y se opone a los intereses de aquellos con quienes el paciente está en conflicto) ; mientras que si enfrenta conflictos sociales y éticos de importancia, como los que suelen presentarles los «pacientes psicóticos», se opone a los intereses del paciente (y apoya los intereses de aquellos con quienes el paciente está en conflicto)
Sin embargo y esto es lo que quisiera destacar aquí—, en ambos casos los psiquiatras suelen ocultar y mistificar su toma de partido tras un manto de neutralidad terapéutica, sin admitir jamás que son los aliados o adversarios del paciente.
En vez de amigo o enemigo, el psiquiatra se presenta como médico y científico. En vez de definir su intervención como beneficiosa o dañina, liberadora u opresora para el «paciente», insiste en definirla como un «diagnóstico» y «tratamiento de la enfermedad mental».
Sostengo que es precisamente en este punto donde se puede discernir el fracas moral y la incompetencia técnica del psiquiatra contemporáneo.
Estas cuestiones pueden enumerarse sucintamente en
forma de una serie de preguntas que plantean las opciones
fundamentales acerca de la índole, alcance, métodos y valores de la psiquiatría.
1. El campo de la psiquiatría, ¿abarca el estudio y tratamiento de casos clínicos o el estudio y modificación de actuaciones sociales? En otras palabras, el objeto de la indagación psiquiátrica, ¿son las enfermedades o los roles, acontecimientos y acciones?
2. La finalidad de la psiquiatría, ¿es el estudio de la conducta humana, o el control de la conducta humana? En otras palabras, la meta a la que apunta la psiquiatría ¿es el adelanto del conocimiento, o la regulación de la conducta?
3. El método de la psiquiatría, ¿consiste en el intercambio
de comunicaciones, o en la administración de pruebas diagnósticas y de tratamientos curativos? En otras palabras, la práctica psiquiátrica, ¿consiste en escuchar y hablar, o en recetar drogas, operar cerebros y encarcelar a las personas tildadas de «mentalmente enfermas»?
4. Por último, el valor por el cual se orienta la psiquiatría, ¿es el individualismo o el colectivismo? En otras palabras, ¿aspira la psiquiatría a servir al individuo o a servir al Estado? La psiquiatría contemporánea se caracteriza por eludir sistemáticamente todas estas preguntas."
::::::::::::::::::::::::::
No tiene mas remedio que eludir todas esas preguntas, de lo contario no podría servir a las estructuras operacionales del régimen al que sirve, el capitalismo; de lo contario: