Erase una vez
un país dónde reinanba
un monstruo muy malvado
que se comía a los niños crudos,
vivos, sin cocinarlos,
y dónde los ciudadanos
vivían con tal miedo y tan asustados,
literalmente cagados,
que tenían que agachar la cabeza
y aceptar lo que estaba pasando.
Hasta que un día,
sintiéndo el monstruo que se moría,
eligió a un rey para que lo sucediera en su cargo.
Y cuándo murió el monstruo,
el rey subió al trono,
y en lugar de seguir
comiéndose a los niños crudos,
vivos, sin cocinarlos,
montó una lujosa cocina y contrató
a los mejores Chefs de cuisine
para que con los infantes
les preparan los mejores platos.
Y pronto los ciudadanos,
con el olor de los nuevos platos
de los Chefs contratados,
se olvidaron de los niños crudos y vivos
de antaño que el monstruo se comía a diario.
Pero el miedo del pasado continuaba intacto
por lo que el rey no tuvo problemas
y todo continuó sin cambios.
Y un día el rey encontró
a una reina y se casaron,
y tuvieron principes y princesas,
condes y condesas,
que continuaron el linaje real
que el monstruo había institucionalizado.
Y fueron muy felices en aquel reino
de los ciudadanos cagados.
Y colorin colorao...
éste cuento se ha acabado.