El fútbol es el gran circo de hoy en día en el mundo.
Deporte y negocio, negocio y deporte,
catexias y catarsis,
se ha coronado como una masiva transferencia
del equipaje con el que no podemos viajar
en el autobus oficial porque el status quo impide
el desahogo directo, asi que hay que subirlo
a los vagones del tren de éste gran circo de los estadios
dónde si está permitido descargarlo.
Asi se trasvasa el río que debe ser desviado para que sus aguas no inunden las riberas de los valles oligarquicos, y el balon-pie al respecto cumple éstos principios hidráulicos para que los de arriba mantengan su liderazgo.
Pués subamos las maletas a los vagones de éste tren
del balon-pie que aquí si que las podemos facturar.
De niño, allá por la decada franquista de los cuarenta, mi padre me llevaba a ver al Recreativo de Huelva, el decano del fútbol español, porque los ingleses poseían las históricas minas de cobre de Rio Tinto y trajeron el fútbol a Huelva a finales del siglo XIX, desde dónde se extendió a toda España. Y recuerdo que cuándo el Recreativo de Huelva lograba un gol mi padre me levantaba por el aire, y sentía que las fuerzas magnéticas de las voces de ¡gol! me impulsaban hacia arriba como un cañon en el que se convertía el estadio cuándo el Recreativo perforaba la red del equipo contrario. Y son de los pozos de éstas reminiscencias de la infancia desde dónde ahora me aflora el fútbol a la memoria.
Después fue pasando el tiempo, y el cañon de energías de goles y partidos de fútbol (furgopelota, como decía mi padre)fue dejando paso a otros componentes que fueron entrando en otras porterías dónde se comenzaron a jugar otras clases de partidos, competiciones y escenarios.
Pero nunca me dejó del todo aquel vértigo que sentía cuándo mi padre me alzaba por el aire cuando el Recreativo metía un gol, y ahora, en éste campeonato del mundo, lo estoy reviviendo --y disfrutando-- en éste partido que estoy viendo entre México y Croacia.
Llega la segunda parte.
Dejo de escribir.
Después sigo.
¡Que partido!
¡Que emocional!
¡Viva México!
Tremendo.
Siempre me ha gustado el equipo azteca.
Pone en el juego ese mismo Élan vital
con el que Villa luchaba para emancipar a su pueblo.
Corazón y halo de Xicohténcatl.
Y hoy, contra Croacia,
especialmente en la segunda parte,
se ha encuadrado todo ello en una marco
vibrante y palpitante difícil de resistir.
Cuándo vimos al Piojo Herrera abrazado
con uno de sus jugadores rodando los dos por el suelo
bajo la euforia del triunfo de los goles,
me acordé del marqués Vicente del Bosque,
el director técnico del equipo español.
¿Nos podemos imaginar al sesudo y comedido marqués rodando por el suelo abrazado con uno de sus jugadores celebrando la victoria?
Nunca.
Se le hubiéra arrugado su título nobiliario.
Nunca, porque los marqeses no hacen éstas cosas
tan plebeyas.
Fue ésta expansión anímica del plasma humano
lo que no tuvo España y lo que a México
le sobró por todos lados.