Saturday, September 3, 2011
A MI AMIGO JUAN UN DIA LE PREGUNTE...
A mi amigo Juan,
bruto, bruto,
Australopithecus afarensis de los buenos,
un día le pregunté:
"Juan, ¿a ti cómo te gustaría morir?"
"Follando"
Me contesto, seco, cortante, seguro.
Y mirándome cómo el que remata
la pieza de un tiro, agregó:
"Y que después me separen tirándome
cubos de agua, como a los perros,
no quiero que me entierren acompañado"
Nunca más hablamos sobre el particular.
...........
Pero de lo que si hablabamos era de otros temas.
Por ejemplo, un dia, en Barcelona, lo invite a comer a una de nuestras tascas del Zoo de los barrios viejos.
Y le pregunte que que le gustaria comer, y me contestó:
"Yo, como las plantas, como lo que hay en la maceta...lo que haya en la mesa".
Al grano.
Juan era un hombre del al pan, pan, y al vino, vino.
Yo lo llamaba, Juan, pan y vino.
Nuetra amistad venia de atras, de muy al principio de la decada de los cincuenta, en Huelva, cuando estudiabamos bachillier en el Istituto. Mi hermana le daba clases de matematicas en nuestra casa a un grupo del segundo curso, y asi lo conoci.
Era pequeño, rubio, de abultada cabeza, tozudo, de opiniones ferreas, polemico, incasable y empecinado. Podia estar debatiendo un tema por horas con energias polares.
Cuando terminamos el bachicher él ingreso en el ejército y se quedó un tiempo como cabo primera. De alguna manera habia que ganarse las habichuelas en quella dura epoca de brazos levantados y trabajos caidos.
Y sucedio que un dia, por el azar e Jacques Monod, nos encontramos en Barcelona.
Y aqui fue donde empezó nuestra verdadera amistad.
Me acuerdo que sobre el mes de Noviembre de 1964, en el bar Zurich de la Plaza de Cataluña, nos vimos aquella tarde para tomar unas cervezas. Alli le dije que estaba preparandolo todo para irme a Israel, al Kibutz, y me dijo:
"Esperame un poco. Lo arreglo todo y nos vamos los dos.
Le contesté:
"Juan, los viajes son como el ser enterrado: no se puede estar acompañados".
Solto una carcajada.
Nos reímos.
Y nos dimos cuenta de que nunca hubiese arreglado nada para marchar al Kibutz.
Yo tenía más necesidad de escape que él.
Yo ya no aguanta más aquella diadema del fascismo ni aquella sisifica rutina laboral en la que existia para pagar, muy justamente, mis gastos de subsistencia.
La ultima vez que nos vimos fue en Moguer, debio ser a ultimos de los ochenta o principios de los noventa. Ya iba en la agonia.
Su unico hijo, muerto en su infancia, su separacion matrimonial, la salud quebrabtada, voces de sirenas llamandolo ya desde la otra orilla.
En medio de las adversidades, solia decir:
"Tengo el monigote alfileretao".
Creia que el Destino se lo estaba cargando.
Dori, su mujer, lo miraba, conociendolo,
admitiendo y cuidando su calvario
como una Veronica que lava el rostro
de quien no tiene trapo.
Despues supe que vivio en Malaga, y, por ultimo en Huelva, donde murió, aun joven, en la decada de sus cuarenta.
Siempre lo he reocordado con cariño,
por su "sui generis" pesadez,
por su insistente carga gravitatoria,
por la densidad e los pesos atomicos
de su tabla idiosincracica,
pero, especialmente, como diria...con una cierta veneracion por su transparente y nimbica tozudez,
por sus inamovibles convicciones,
por su especial energetica que derribaba
arboles y carretera,
y, en medio de todo ello,
la sorpresiva carcajada andaluza,
el choteo intrauterino del duende
del Al-Andaluz que derribaba
los muros de sus plazas fortificadas.
Juan, estes donde estes,
hoy, campo morfologico de los recuerdos,
te he tirado esos cubos de agua
--que tu pedías--, como a los perros,
para que puedas ser enterrado sin acompañante
...que en la sepultura solo cabe uno,
uno tan sólo,
a reves que en la vida,
que, si hay que tirar esos cubos de agua
es para tratar de juntarnos
y no para separarnos.
...¡Qué cosas decias...!
Cosas que, al final, uno se quedaba pensándo.
bruto, bruto,
Australopithecus afarensis de los buenos,
un día le pregunté:
"Juan, ¿a ti cómo te gustaría morir?"
"Follando"
Me contesto, seco, cortante, seguro.
Y mirándome cómo el que remata
la pieza de un tiro, agregó:
"Y que después me separen tirándome
cubos de agua, como a los perros,
no quiero que me entierren acompañado"
Nunca más hablamos sobre el particular.
...........
Pero de lo que si hablabamos era de otros temas.
Por ejemplo, un dia, en Barcelona, lo invite a comer a una de nuestras tascas del Zoo de los barrios viejos.
Y le pregunte que que le gustaria comer, y me contestó:
"Yo, como las plantas, como lo que hay en la maceta...lo que haya en la mesa".
Al grano.
Juan era un hombre del al pan, pan, y al vino, vino.
Yo lo llamaba, Juan, pan y vino.
Nuetra amistad venia de atras, de muy al principio de la decada de los cincuenta, en Huelva, cuando estudiabamos bachillier en el Istituto. Mi hermana le daba clases de matematicas en nuestra casa a un grupo del segundo curso, y asi lo conoci.
Era pequeño, rubio, de abultada cabeza, tozudo, de opiniones ferreas, polemico, incasable y empecinado. Podia estar debatiendo un tema por horas con energias polares.
Cuando terminamos el bachicher él ingreso en el ejército y se quedó un tiempo como cabo primera. De alguna manera habia que ganarse las habichuelas en quella dura epoca de brazos levantados y trabajos caidos.
Y sucedio que un dia, por el azar e Jacques Monod, nos encontramos en Barcelona.
Y aqui fue donde empezó nuestra verdadera amistad.
Me acuerdo que sobre el mes de Noviembre de 1964, en el bar Zurich de la Plaza de Cataluña, nos vimos aquella tarde para tomar unas cervezas. Alli le dije que estaba preparandolo todo para irme a Israel, al Kibutz, y me dijo:
"Esperame un poco. Lo arreglo todo y nos vamos los dos.
Le contesté:
"Juan, los viajes son como el ser enterrado: no se puede estar acompañados".
Solto una carcajada.
Nos reímos.
Y nos dimos cuenta de que nunca hubiese arreglado nada para marchar al Kibutz.
Yo tenía más necesidad de escape que él.
Yo ya no aguanta más aquella diadema del fascismo ni aquella sisifica rutina laboral en la que existia para pagar, muy justamente, mis gastos de subsistencia.
La ultima vez que nos vimos fue en Moguer, debio ser a ultimos de los ochenta o principios de los noventa. Ya iba en la agonia.
Su unico hijo, muerto en su infancia, su separacion matrimonial, la salud quebrabtada, voces de sirenas llamandolo ya desde la otra orilla.
En medio de las adversidades, solia decir:
"Tengo el monigote alfileretao".
Creia que el Destino se lo estaba cargando.
Dori, su mujer, lo miraba, conociendolo,
admitiendo y cuidando su calvario
como una Veronica que lava el rostro
de quien no tiene trapo.
Despues supe que vivio en Malaga, y, por ultimo en Huelva, donde murió, aun joven, en la decada de sus cuarenta.
Siempre lo he reocordado con cariño,
por su "sui generis" pesadez,
por su insistente carga gravitatoria,
por la densidad e los pesos atomicos
de su tabla idiosincracica,
pero, especialmente, como diria...con una cierta veneracion por su transparente y nimbica tozudez,
por sus inamovibles convicciones,
por su especial energetica que derribaba
arboles y carretera,
y, en medio de todo ello,
la sorpresiva carcajada andaluza,
el choteo intrauterino del duende
del Al-Andaluz que derribaba
los muros de sus plazas fortificadas.
Juan, estes donde estes,
hoy, campo morfologico de los recuerdos,
te he tirado esos cubos de agua
--que tu pedías--, como a los perros,
para que puedas ser enterrado sin acompañante
...que en la sepultura solo cabe uno,
uno tan sólo,
a reves que en la vida,
que, si hay que tirar esos cubos de agua
es para tratar de juntarnos
y no para separarnos.
...¡Qué cosas decias...!
Cosas que, al final, uno se quedaba pensándo.
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