Con su madre Francisca Nietzsche |
Lou Anreas Salome |
"-Es mío. No me lo quites-".
--La estima:
"La mujer perfecta es un tipo humano superior al varón perfecto, pero también es un ejemplar mucho más raro".
Habrá que detenerse en ella.
Su relación con figuras importantes de su época, filósofos, poétas, médicos, a los cuales influyó con sus conocimientos y su peculiar y atractiva belleza femenina, fue sobresaliente.
Entre ellos estaban el gran poeta Rilke, S. Freud, etc.
Nació, en 1861, hija de un importante general del ejército ruso. Ese día, el diario de San Petersburgo --donde nació-- publicó un saludo personal del zar congratulando a su familia.
Esta fue la entrada de Lou en el mundo.
En esa privilegiada posición que más tarde le íba a permitir la adquisición de una esmerada educación y las puertas abiertas de viajar por los grandes centros de la cultura europea.
En 1912 viajó expresamente a Viena porque estaba interesada por el psicoanálisis del que había tomado conocimiento el año anterior en el Congreso de Weimar. Le pidió autorización a Freud para asistir a las reuniones de los miércoles en su casa de la calle Bergasse. Y fue aceptada.
Asi se convirtió en la única mujer entre la veintena de discípulos que asistían a éstas reuniones claves donde el psicoanalisis se solidificaba.
Del intercambio de ideas con Freud, elaboró lo que llamó la doble dirección del narcisismo. Sus escritos al respecto enfatizaron el costado que más le interesaba: la unidad inicial, el estado primario del aún indiferenciado yo, el anhelo del regreso al vientre materno.
Lo que Lou buscaba era la unidad del ser como leit motiv de la vida, y esa búsqueda de "unidad", de esa 'coincidentia oppositorum' dialéctica, es lo que le dió sentido a su obra.
Esta es la mujer, que, en potencia, ya estaba amalgamada en aquella otra que, a sus veinte años, el misterioso destino uniría, en 1882, en Roma, a los caminos del filosofo.
Nietzsche, a sus treinta y ocho años, nunca había conocido a una mujer de aquel calibre intelectual, de aquella punzante belleza femenina, que, sin frivolos pampaneos, cautivaba con su delicado y sutil carácter.
No se conocen muchos de los pormenores de aquella explosiva relación dónde ambos pudieron encontrar lo que cada cúal buscaba en aquellos momentos de sus vidas, pero el desenlace final de la história nos hace pensar que, por parte de Nietzsche, desde el resplandor del principio, se paso al desengaño de haberse sentido defraudado.
¿Tuvo que ver con ello la reportada negativa de Lou a casarse con el filosofo?
¿Cual fueron los límites establecidos entre el campo de la amistad y las reverberancias de la libido?
"...La poesía "Al dolor" no es mía, y cuenta entre las cosas que ejercen un poder absoluto sobre mí. Todavía no he podido leerla sin lágrimas; resuena como una voz a la que he estado esperando y esperando desde mi niñez. Esta poesía es de mi amiga Lou, de la que Vd. todavía no habrá oído hablar. Lou es hija de un general ruso y tiene veinte años; es aguda como un águila y valerosa como un león, y, a la vez, un ser muy femenino y juvenil, que quizá no viva largo tiempo. Debo su conocimiento a Malwida von Meysenbug y a Rée. Ahora está en casa de Rée de visita, después de Bayreuth vendrá aquí, a Tautenburg, y en otoño iremos juntos a Viena. Está preparada de la manera más asombrosa para mi modo de pensar y la especie de mi pensamiento."
Carta a Peter Gast, Tautenburg, 13 de julio de 1882
"... Lou está ahora unida a mí por una firme amistad, tan firme como una amistad puede establecerse en la tierra; desde hace largo tiempo no he hecho mejor adquisición. Estoy, de veras, extraordinariamente agradecido a Vd. y a Rée por haberme prestado aquí su ayuda. Este año, que representa una nueva crisis en muchos aspectos principales de mi vida -"época" es la palabra exacta, un estado intermedio entre dos crisis, una detrás y otra delante de mí - me ha sido grandemente embellecido por el resplandor y la gracia de esta alma joven, verdaderamente heroica. Deseo tener en ella una discípula y, si mi vida no se mantuviera a la larga, una heredera y alguien que siguiera pensando mi pensamiento."
Carta a Malwida Von Meysenbug, Tautenburg, 22 de julio de 1882
"... Lou permanecerá todavía una semana conmigo. Es la más inteligente de las mujeres. Cada cinco días tenemos una pequeña escena trágica. Todo lo que le escribí a Vd. acerca de ella es necedad, probablemente también lo que acabo de escribirle."
Carta a Peter Gast, Tautenburg, 20 de agosto de 1882
"... Muchas cosas coinciden ahora para llevarme al borde de la desesperación. Y una de ellas es también, no quiero negárselo, mi desilusión con respecto a Lou Salomé..."
"...Toda la dignidad del cometido de mi vida se ha hecho problemática, en efecto, por un ser tan superficial y tan frío como Lou..."
"...¿Quién podía sospechar que sus frases "heroísmo", "lucha por un principio", su poesía "Al dolor", sus relatos de las luchas por el conocimiento no eran más que mentiras?..."
Carta a Paul Rée, entre diciembre de 1882 y enero de 1883
(F. Nietzsche, "Correspondencia", ed. Aguilar, Madrid, 1951)
"Sus relatos de las luchas por el conocimiento no eran mas que mentiras".
Así se cierra aquel encuentro que, en la ciudad Ciudad Eterna, devolvió a Nietzsche al "eterno retorno" de sus caminos de vagabundo por un mundo que, insoportablemente, cada día, en la crisálida de su soledad vital, se le hacía más mentiroso, mas hostil e insoportable, hasta culminar, siete años más tarde, en aquel 3 de enero de 1889, cuándo, en la plaza Carlo Alberto de Turín, se arrojó sollozando al cuello de un caballo apaleado, y luego se desplomó. Creía, al despertar, ser DIONISO o EL CRUCIFICADO.
Dionisíacamente Crucificado había quedado el gran pensador que ahora yacía, inerte, consumado, bajo un cortex cerebral que ya no respondía a la razon oficial que se le había escapado.
"Un proverbio de Blake dice que si otros no se hubiesen vuelto locos, deberíamos estarlo nosotros. La locura no puede ser arrojada fuera de la integralidad humana, que no podría llevarse a término sin el loco. Nietzsche, al volverse loco –en nuestro lugar–, hacía posible así dicha integralidad; y los locos que perdieron la razón antes que él no habían podido hacerlo con tanto brillo"
(Escribió al respecto George Bataille)
"Si otros no se hubiesen vuelto locos, deberíamos estarlo nosotros".
Quizás la frontera entre la locura y la razón sea tan sólo una fina linea movible sobre la cúal se entablan todas nuestras constantes batallas y disputas interiores en perenne lucha para hacer posible el mantenernos en el lado de los que "no se abrazan al cuello de cualquier caballo apaleado".
Nietzsche no pudo mantenerse en éste lado.
Tal vez fue demasiado libre para manterse en éste 'contrato'.
Tal vez fue demasiado lejos al traspasar la frontera de esa fina línea movible dónde ocurren todas nuestras batallas a cada rato.
Y ahora, hecho ya Dionisio y El Crucificado, otra mujer, con el corazón roto, acude a su lado, su madre, Francisca, a recibir a su hijo amado y destrozado.
Y Nietzsche, sin saberlo, sin quererlo, cómo si el Destino fuese el que siempre nos manda sus emisarios, vuelve a aquel pensamiento de Lou, a aquella "unidad inicial...el anhelo del regreso al vientre materno".
Que misteriosa es la vida, la existencia humana, la razón, la locura, la muerte...
Ella lo cuidaba, le leía, le preguntaba.
"En las horas del crepúsculo, cuando la oscuridad suele ser tanta que ni siquiera nos vemos, realizo una especie de ejercicio de memoria. Por ejemplo, le pregunto por Epicuro, Aristóteles, ‘cuénteme quién fue (...)’. Y me cuenta cosas durante una hora (...), de tal manera que siempre lamento que no lo escuche ninguna persona culta y erudita que pudiera replicarle de manera análoga"
Dionisio y El Crucificado hablándole, eruditamente, a su madre de Epicuro y Aristoteles.
Su madre no lo pudo seguir escuchando. Su muerte, en 1897, deja a su hijo amado al cuidado de su hermana Elizabeth.
Y otra mujer, de las cinco que lo criaron,
llega a su lado.
Y Nietzsche...¿Que sentiría?
¿Que alma dormida se movería en su interior agonizando?
Ya no hablaba de Epicuro ni de Aristóteles.
se le veía ya en aquellos ojos
que, rotos y llorando, se abrazaron
a aquel caballo que, ahora,
como él, tambien estaba apaleado.
a un cenobio, que, sombrío y lejano,
en la última mujer
que acompañaba sus vacios espacios,
reflejaba como el eclípse de un amor
que de ellas siempre había emanado.
Un amor que siempre le rondó
por sus veredas de andante
en busca de penetrar por unas puertas
que los demas habían cerrado.
Un amor sobre diques levantado
que ya venía fraguado en su niñez y juventud
en aquella casa genésica
donde cinco mujeres
cuídaban sus juegos infantiles y sus pasos,
y que quizás fué lo que había deseado
su ser ahora acabado.
Un amor que ahora,
"más allá del bien y del mal",
es lo que él, realmente,
siempre había soñado.
http://sisifocansado.blogspot.com/2011/04/nietzsche-y-las-mujeres.html