El rey Bourbon Luis XVI fue condenado a muerte en la guillotina por el gobierno revolucionario de la Convención el 21 de enero de 1793, declarado culpable de "conspiración contra la libertad pública y de atentado contra la seguridad nacional"(1).
Luis XVI (1754-1793) asumió el trono de Francia en 1774. A fines de 1780 debió enfrentar una crisis ecónomica y financiera que produzco una desesperada gran masa ambulante de desempeados que, a su vez, generó enfrentamientos en el gobierno, debilitándo de tal manera su poder que precipitó el estallido revoluciónario de 1789.
En julio de 1789 comienza el proceso revolucionario en Francia. En su primer etapa, el gobierno revolucionario liderado por algunos sectores de la nobleza y la alta burguesía, elaboran la Constitución de 1791, donde se establece una monarquía límitada, con un poder Ejecutivo en manos del rey y un Legislativo constituído por la Asamblea Legislativa elegida por sufragio censatario (2).
Al llegar el año 1792, el gobierno revolucionario vivía una profunda crisis. La nobleza y el clero refractario (3), liderados por el rey y su esposa, María Antonieta, heredera del trono del imperio de Austria, se organizaban para hacer caer la revolución en alianza con las potencias europeas absolutistas (Austria, Prusia), a quienes solicitaron la invasión a Francia.
(Treinta años después de la ejecucion de Luis XVI, en 1823, se produciría otra invasión, esta de facto, la víctima: España, los Cent Mille Fils de Saint Louis se lanzaron a solidificar el poder absolutista del traidor Bourbon de Fernanco VII. La cabeza de Luis XVI habia rodado en vano. La dictadura borbónica seguía funcionando)
Una serie de hechos habían puesto de manifiestó la falta de apoyo del monarca a la revolución y su complicidad con los contrarevolucionarios: en junio de 1791 se lo captura en un intento de huída por la frontera francesa hacia Austria; los vetos sucesivos a resoluciones de la Asamblea sobre la defensa de la revolución frente a la invasión y a sus enemigos internos, aumentaron las discrepancias entre ambos poderes del gobierno y los diversos grupos políticos que conformaban la Asamblea; el manifiesto del duque de Brunswik (general prusiano) declaraba que sus tropas, en territorio francés, "quieren librar al rey y a su familia del cautiverio en que los tienen los revolucionarios" (agosto de 1792).
Este manifiesto probó la complicidad del rey con la invasión y generó una insurrección popular en París contra la monarquía por pactar con el enemigo, pidiendo el destronamiento del rey. Se produce la caída de la Asamblea Legislativa, convocando a la elección, por sufragio universal masculino (4) de una Convención. Este es el fín de la Monarquía y la instauración de la República, desterrando a la realeza y a la aristocracia del poder político, la burguesía asume el gobierno con un movimiento popular armado y organizado (sobre todo en París) para la defensa de la revolución.
Es esta Convención, dividida entre Girondinos partidarios de indultar al rey y Jacobinos quienes plantean la pena de muerte, la que somete al rey a juicio desde noviembre de 1792 a enero de 1793, condenándolo a la guillotina. "La ejecución del rey, el 21 de enero de 1793, causó una profunda impresión en el país y llenó a Europa de estupor (...) dando a la Revolución su primer "mártir de la libertad" (...)
En palabras de Saint-Just, el fiscal que llevó al rey al patíbulo, --influido por Rousseau--, "toda monarquía es más que un crimen, es una absoluta profanación", en éste sentido, "nadie puede gobernar inocentemente" . Albert Camus agrega: 'todo rey es culpable porque todo hombre que quiera ser rey es automáticamente en el lado de la muerte. Saint-Just dice exáctamente lo mismo cuándo en su discurso demuestra que la soberanía del pueblo es "materia sagrada" '
("The Rebel", Albert Camus, Vintage Books,
New York, pag. 118)
La muerte del rey hería a la realeza en su prestigio tradicional y casi religioso: Luis XVI había sido ejecutado como un hombre oridinario. La monarquía estaba constituida por la "Gracia de Dios" (...) (5) "Ya nos hemos lanzado", escribía Lebas, diputado en la Convención, el 20 de enero de 1793, "los caminos se han cerrado tras de nosotros; hay que continuar, guste o no nos guste, y es precisamente ahora cuando podemos decir: vivir libres o morir."(6)
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(1) Declaraciones de la Convención el 14 de enero de 1793 en las deliberaciones sobre el juicio al rey. Tomado de Soboul, Albert, "La Revolución francesa", editorial Tecnos, Madrid 1972. Pág. 210.
(2) Pueden ejercer el derecho a elegir representantes en el gobierno ciudadanos activos que pagan determinada contribución.
(3) Sector del clero que no había prestado juramento a la Constitución Civil del Clero establecida por el gobierno revolucionario en agosto de 1790, según la cual el clero juraba su adhesión al nuevo régimen civil. que supeditaba la Iglesia al Estado.
(4) Todos los hombres pueden elegir representantes a la Convención. No se establecen categorías de ciudadanos, pero se excluye a las mujeres.
(5) Tomado de Soboul, Albert, "La Revolución francesa", editorial Tecnos, Madrid 1972. Pág. 210-211.
(6) Idem. Pág. 211.
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Y uno se queda divagando, soñando,
en la noche vacía,
después de escribir éstas cosas,
que es la história,
en que ésto ocurrió hace 221 años
en una plaza pública,
en una revolución pública,
en esos fluyentes ríos
que de la montaña al mar
recorren todas las compuertas y salidas.
Y que hoy, después de tantísimo tiempo,
esos ríos que de la montaña al mar
recorren las mismas cornisas
parecen que se han quedado secos
y estancados en sus hidrografías.
(Con tantas herramientas
como llevamos encima,
¿como nos hacen acarrear
éste fosil feudal?)
Y le preguntamos a la noche vacía
a ver si ella sabe contestarnos a éste enigma:
¿por qué la flecha direccional del tiempo
no siempre en el mismo ángulo camina?
Y la sabia noche nochera
nos contesta lo mismo que escribía Lebas:
"Ya nos hemos lanzado, los caminos
se han cerrado tras de nosotros;
hay que continuar, guste o no nos guste,
y es precisamente ahora
cuando podemos decir: vivir libres o morir."
Quizás suene a retórica nocturna,
filtracion de las sombras de los deseos,
arma sin escalones
para subir a un ficticio cielo,
pero lo que si hay de verdad
en lo que escribió ese diputado de la Convención
es que ya nos hemos lanzado,
y los caminos, tras nosotros,
se han cerrado.
Si.
Es verdad, tras nosotros,
los caminos se han cerrado.
Pero, ¿y delante?,
¿qué nos queda ver?,
¿que el sueño de la razón produce monstruos?