Hay muchas clases de holocaustos.
Depende de lo que valgan las víctimas.
Por ejemplo, Alemania lleva pagados
cincuenta mil millones de dólares
a los judios por los crimenes
que el capitalismo aleman
bajo Hitler cometió contra ellos.
Sin embargo,
a los españolitos de Machado
de aquella España que les heló el corazón
con tres tiros en la espalda y uno en la nuca
para rematarlos de frío mortal...
no le han pagado ni una gorda a los pobres
(las perras gordas antiguas de la difunta peseta)
Ni un céntimo le han dado.
Claro que en España
'no ocurrió ningún holocausto',
y no lo han reconocido,
naturalmente,
para no pagar el enorme precio
económico,
político,
histórico,
social.
Así que eso del "holocausto español"
sólo se ha quedado en el título
de un libro de Paul Preston
...que ya sabemos cómo son los ingleses,
siempre con su té y su pipa
"dispuestos a exagerar en sus delirios objetivos
que sólo hacen sacar las cosas de su sitio".
De todas maneras aqui está
lo que dice la historiadora Helen Graham
del citado libro:
Helen Graham / Memoria Pública / Público.es / 13-03-2012
En la España actual, la guerra civil desencadenada hace 75 años es todavía “el pasado que no acaba de pasar”. Cuando el juez Baltasar Garzón, de renombre internacional por su defensa de los derechos humanos, inició una investigación del centro persistente del conflicto – la tremenda violencia extrajudicial en la que más de 200.000 personas fueron asesinadas – acabó en el banquillo acusado de prevaricación.
Aunque Garzón ha sido absuelto recientemente, el mero hecho de que se le sometiera a juicio y de que la investigación judicial de aquella violencia se encuentre hoy por hoy en un callejón sin salida, mantiene sin resolver las intensas polémicas sobre la memoria que existen en la sociedad civil.
Todo esto hace que el monumental, riguroso y contundente libro de Paul Preston sea especialmente importante y oportuno, más allá de su gran valor para el mundo académico.
Paul Preston, el más destacado historiador británico especializado en la España contemporánea, comienza su obra reconociendo su deuda con los historiadores españoles que, durante las últimas tres décadas y a pesar de tremendos obstáculos sociales y políticos, han llevado a cabo meticulosas investigaciones en archivos locales que han sacado a la luz esta realidad violenta.
Pero su propia contribución es primordial porque rastrea los orígenes fundamentalistas del golpe militar que desató las matanzas, y reconstruye las complejas y desgarradoras consecuencias de esa violencia. Lo que querían los rebeldes era aniquilar el desafío social que representaba el proyecto democrático y reformista de la Segunda República.
Los golpistas y quienes les apoyaron –elites terratenientes, capas medias de provincias, y campesinos del interior del país consideraban que la Segunda República anunciaba el final de un mundo familiar y apreciado, incluso de la misma “España”.
Desde el comienzo, Paul Preston nos “recuerda” que si bien el conflicto español se convertiría con el tiempo en esa “guerra de dos bandos equiparables” (se convertiria en una guerra internqacional) que ha quedado grabada en la memoria del mundo occidental, era algo bien diferente cuando se inició: se trataba de un asalto militar a una sociedad civil y a un régimen democrático en desarrollo, llevado a cabo en nombre de la “verdadera España” para cuya defensa los rebeldes estaban dispuestos a matar –a hacer limpieza, como proclamaba su retórica: el general Queipo de Llano, cuyas tropas arrasaron el suroeste del país, lo llamaría “movimiento depurador del pueblo español”.
Reconocer que la violencia masiva inicial fue generada precisamente por los mismos militares rebeldes sigue siendo todavía el mayor tabú existente en la esfera pública de la España democrática.
Desde la muerte de Franco en 1975, su dictadura no ha sido nunca deslegitimizada pese a la reciente aprobación de algunas medidas simbólicas. Y es esta gran responsabilidad de los militares que Garzón intentó sin éxito esclarecer, la que constituye el núcleo central de la obra de Paul Preston.
Partiendo de toda una vida dedicada a investigar la destrucción de la democracia en la España de los años treinta, el autor demuestra cómo una coalición dirigida por militares triunfó sobre las reformas políticas y sociales y sobre el dividido e inexperto gobierno de centro-izquierda de la Segunda República.
La determinación de los conspiradores de usar el terror desde el comienzo se manifiesta claramente en las instrucciones previas del director del golpe militar, el general Mola: “eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”.
Su objetivo era anular tanto las políticas redistributivas de la reforma agraria y de las reformas sociales llevadas a cabo por la República, como la transformación cultural que hubiera supuesto la extensión de la alfabetización, la co-educación o la ampliación de los derechos de la mujer.
Pero la resistencia a los rebeldes en gran parte de la España urbana generó tantos problemas logísticos que el golpe probablemente hubiera fracasado si Hitler y Mussolini (con el petroleo, creditos, bombas y camiones yanquis, y la ayuda esencial de las "democracias" europeas) no hubiesen suministrado los aviones necesarios para trasladar a la península el Ejército de África que Franco controlaba.
Con esta ayuda, los rebeldes pudieron contar con la fuerza brutal que salvó, de hecho, un golpe de estado que estaba a punto de fracasar.
A partir de ese momento, los militares rebeldes pudieron desatar una matanza masiva de civiles. El libro analizado narra la espeluznante historia de esa guerra de terror “purificadora” tal y como se iba desarrollando en todo el territorio español. Incluso en zonas donde no hubo resistencia al golpe, las nuevas autoridades militares dirigieron una política de exterminio de los sectores asociados a las transformaciones republicanas, que fue llevado a cabo principalmente por “escuadras de la muerte” formadas por voluntarios civiles.
Sus víctimas fueron no solo quienes habían participado activamente en la política o se habían beneficiado directamente de las reformas, sino también aquellos que simbolizaban la transformación cultural de la República, como maestros progresistas, obreros autodidactas o mujeres independizadas. Como demuestra Preston, los responsables del ejército sublevado equiparon a todos estos sectores con rebeldes de las colonias.
Si. El pasado que no acaba de pasar.
Porque hay pasados que tienen
un diferente y fuerte campo de gravedad
(de mucha gravedad)
y se quedan anclados a una masa enorme
de recuerdos, voces y gritos,
dónde al olvido le es imposible penetrar.
http://sisifocansado.blogspot.com/2012/03/el-holocausto-espanol-paul-preston.html