Entre 1914 y 1918 murió el 10% de los varones adultos en Francia. La llamada primera Guerra Mundial sacudió todos los cimientos de la nacion. Los sobrevivientes tuvieron que retomar los escombros y empezar a reconstruir sobre ellos un mundo nuevo dónde una clase intelectual destrozada y frustada escapó hacia el dadismo y el surrealimso (su apóstol, Andrés Breton, fue un veterano de Guerra) y un amargo sentimiento de naufragio colectivo.
La vida parisina de los años 20 y 30 ya señalaba la misma desilusión y decadencia de la postguerra. "Somos los derrotistas de Europa: mundo occidental, estaís condenados a morir, anuncioó mesianicamente Louis Aragon en 1925.
Aunque lai nfluencia de Bergson se había disipado, éste caldo de cultivo hecatómbico que dejó la Guerra volvió a alimentar la exaltación del instinto por encima de la inteligencia y el de la experiencia vital por encima del conformismo social, y ello se podría explicar porque la razón, el Logos, había sido destruído bajo los millones de cadáveres y la inmanente desesperanza que se creó en corazones y almas. Y esta instintual reacción a la catástrofe se convirtió en terreno común para los pensadores franceses de la izquierda y la derecha.
Naturalamente, ello provocó, para los intelectuales de los 20 y los 30, el hecho de que las viejas opciones políticas ya no ofrecieran soluciones. George Bernanos, escribió: "el liberalismo murió con el primer disparo de la Gran Guerra". Tanto había sido el cambio.
Conservadores jovenes como Pierre Drieu La Rochelle y el poeta Robert Brasillach, abandonaron el monarquismo para adherirse al fascismo que limpiaría la podredumbre de la Francia moderna. "El único modo de amar hoy en día a Francia es odiarla en su forma actual", explicaba La Rochelle en los años 30. La izquierda francesa se enzarza entónces en interminables luchas entre comunismo y socialismo, aúnque el primero carecía aún de bases para convencer de sus programas al no cohesionar con la situación social de Francia. Fue la aparición del creciente fascismo aleman lo que forzó a unir estratégicamente a ambos campos en el Frente Popular de 1935-1936 --en el inicio del asalto al poder constitucional de España por el fascismo--.
La derecha y la izquierda se convirtieron en los compromisos políticos que demostraban lo que Arthur Koestler llamó el "enorme anhelo de un nuevo orden humano". (Hoy seguimos cabalgando en el mismo anhelo)
En esta atmósfera arrolladora de anhelos y busquedas, estalló como una bomba la filosofía alemana. Primero llegó con el marxismo en su forma occidental de la mano del joven Marx y su continuador excepcional, George Lukacs, pero también arribó la burguesificación --sardónica-- a la que llevaría todo éste escenario naciente con las premisas de un emigrado ruso huído de la revolución Bolchevique, Alexandre Kojéve, que, en los años 30, dictó en la Sorbona un seminario sobre Hegel a toda una generación de
intelectuales franceses, entre ellos Raymond Aron, Maurice Merleau-Ponty, George Bataille, Jacques Lacan y André Breton.
Kojéve desarrollo una versión un tanto cínica de la historia universal de Hegel. Con el tiempo todos se aburguesarían y se adaptarían felizmente a una cultura cada vez mas homogenea y estandarizada y será el "fin de la historia" --proclamaba--, pero el producto humano que se extrapolaría de ésta etapa final de la civilización será muy inferior a aquello que había imaginado Hegel y sus herederos progresistas, postulaba Kojéve (Desde luego, sacando de ello su posible y torcida raiz dialectica-interpretativa de los originales textos de Hegel, parece ser que el tiempo le daría un tanto de razon al exilado ruso)
El hombre moderno ya era --alienado y desfalleciente-- el último hombre de Nietzsche. Conformista y obediente hasta la médulla, había entregado su character y vitalidad a su manufacturado yo social, aniquilando en él mismo el flujo libre de su innata capacidad de amar, odiar, crear y destruir, bajo un armor impuesto por una burguesía cada vez con mas medios técnicos, económicos y políticos. Al final de la historia, todo el mundo será como los Estados Unidos -patrocinaba Kojeve-- un destino funesto para cualquier standar de la intelectualidad francesa.
Al principio, el joven Jean-Paul Sartre se encontraba alejado del cogollo historico de esta dinámica intelectual. Nació en Poitier en 1905 en un ambiente cultural confortable con una madre afectuosa y una familia amante del arte, la literatura y la música. Lo enviaron a Paris a recibir una educación elitista que pronto le abriría uno de los caminos mas interesantes de la intelectualidad europea del siglo XX.
"En Bergson" --escribiría después-- encontré la descripción de mi propia vida psiquica". Asi empieza Sartre, con la introspección, no hecha metafísica, pero si como trampolin de salto hacia los elementos objetivos de su medio ambiente.
Su compañero de liceo, Raymond Aron, lo sacó de este invernaculo estético. Aron había regresado a Paris despues de haber estudiado con Edmund Husserl en Berlin, y como le explicaba al atónito Sartre en un café, todo, todo, este cristal, esta mesa, esa puerta, son ahora epítomes filosóficos porque la razón, el concepto que tenemos de ellos, se ha desvanecido.
Husserl le decía a sus alumnus que se olvidaran de los recursos habituales de la teoría filosófica; todo, todo conocimiento verdadero venía de nuestra intuición inmediata de las cosas tal cual son. Los límites externos de esa intuición se ponían a prueba en los que H. llamaba la "situación límite" --simbióticamente parecido a la "experiencia límite" de Foucault--, ese momento extremo y súbito en el que, por ejemplo, un peaton baja de la acera a la calzada frente a un coche que pasa, ese momento en el que un soldado en la trinchera se tira al suelo ante la explosión de una granada. Esos momentos de "existencia no medida", explicaba H., eliminan la racionalidad superficial con la que encaramos los fenómenos de la vida cotidiana.
Sartre quedó conmocionado.
La Gran Guerra había sido un gran terremoto que movió todas las piezas establecidas a lugares distintos y cimentó asi la fascinación por lo irracional, lo subconscientemente espontáneo y libre de reacción ante los esquemas y reflejos condicionados del Logos.
Kojéve enfatizaba la necesidad del derramamiento de sangre y la revuelta en el proceso historico, no como parte de la lucha darwiniana por la supervivencia, sino como parte de la naturaleza vital del hombre.
Ocurría que después de que la Gran Guerra sembrara muerte los campos de Europa, unas energías de reproducción, unos latidos atávicos de volver a crear lo perdido cuanto antes, un intenso pulso instintual se había apoderado del cerebro de las élites pensantes tanto filosófica como politicamente.
Mientras tanto, otro nietzschiano influyente, Martin Heidegger, aparecía en escena. Estaba tremendamente influenciado por la "Voluntad de Poder" de Nietzsche, y su logro fue el conciliar el nihilism de N. y el rechazo modernista del estado burgués. Su libro mas influyente, "El Ser y el Tiempo", publicado en 1927, era la misma predica que esparcía en sus clases de la Universidad de Friburgo, una doctrina de escape y compromiso a la vez, sobre todo la huída de una modernidad occidental empantanada en su racionalidad estéril. H. rechazaba toda mediación de la realidad o "Ser" que representaban las instituciones normales y la razón analítica. En vez de analizar e interpretar el mundo, el hombre debe de zambullirse en él. Uno de sus mas importantes terminus era el "Gesworfenheit", el estado del hombre arrojado a la realidad de su tiempo y lugar. En su fiolosofía, "estar arrojado en la corriente del tiempo es el rasgo fundamental e inalterable de la condicion humana". La historia humana no tiene en si misma ningun sentido ni podemos infundirle un proposito, como flujo incesante --de Heraclito-- es solo un río donde nos hundimos o nadamos
(claro que también se puede flotar en sus aguas como zombis)
En Bergson la experiencia del mundo contribuye a la afirmacion del yo, en H., dada la naturaleza del Occidente moderno, es fuente de negación y alienación. H. le enseñaba a su concurrencia que los desastres de "la historia mundial de éste siglo" eran el resultado de "la voluntad de desear" occidental, y ésta era "la incondicional reificación de todo lo presente" por parte del hombre moderno. Al igual que sus contenporaneos de la Escuela de Frankfort, H. veía esta implacable voluntad de desear en la ciencia moderna. Y las consecuencias eran espantosas: "La fuga de los dioses, la destrucción de la tierra, la estandarización del hombre, la preeminencia de lo mediocre...el oscurecimiento del mundo". (Mas tarde H. vería en el alzamiento regenerativo de Hitler al poder una luz en éstas tinieblas)
Esta apocalíptica imagen de la modernidad como un "oscurecimiento del mundo" y el ataque contra la "razon metafisica", sacudió a Sartre hasta la médula. El espiritu bergsoniano del élan vital le debió parecer una ingenuidad de gabinete en comparación con éste sólido y elemental "Ser-ahi" (Dasein) catapultado a una concreta realidad, a un cosmo específico del hombre y la desnuda naturaleza de la Existencia, la filosofía que Sartre llamaría mas tarde tarde existencialismo, esa situación en la que, inexorablemente, lidiando con nuestra libertad, o nos hundimos o nadamos.
En 1935, Sartre, a su regreso de Berlin despues de haber estudiado la filosofia alemana en Berlin, proclamó con entusiamo que Husserl y Heidegger habían puesto al hombre de vuelta en el mundo, y habían dado cuenta cabal de los padecimientos y sufrimientos del ser humano, y tambien de sus rebeliones. La lección mas importante para S. era que el mundo --las condiciones objetivas donde existimos-- es el lugar "por el cual la realidad humana se revela a si misma en lo que verdaderamente es". La nueva filosofia existencialista, creía S., produciría "una ética y una política que son puramente positivas, en contraste con el cosmos burgués representado por la Francia contemporanea (Pronto Georg Lukács diría de ello que era un forma reaccionaria e irracional producida por el mismo mundo al que quería combatir: la estructura burguesa)
El hombre esta "condenado a ser libre" porque tambien esta condenado a estar solo, era otra arista de la figura del existencialismo. Aqui S. tomaba el término de Husserl y Heidegger, Angst, para describir la turbadora angustia del hombre moderno, quien tiene la sensacion de llevar el peso del mundo sobre sus incapacitados hombros, pues los medios tecnologicos burgueses introducen, por primera vez en la historia, una globalidad informativa --y concienzal--donde las parciales localidades e idiosincracias particulares de los diferentes pueblos van quedando destruidas para ser sustituidas por una universal expropiacion donde el mundo, y su peso emocional, se hace uno solo para todos, Angst: la universalizacion del padecimiento --la explotacion-- general asumida por todas las partes y miembros del holograma humano reducen al hombre a lidiar con su aislamiento desde la libertad individual que parece que ha obtenido.
Para escapar de este padecimiento de la Angustia, se intenta, como el hombre masivo de Erich Fromm, fingír que no se es libre --un esclavo, al desresponsabilizarse, sufre menos-- Y entonces, segun S., para poder sobrevivir en estas nuevas coordenadas, se construye --tacitamente-- el reino de "la mala fé", donde la negacion del Otro, que es el fundamento de la libertad, se vuelve contra el yo y no contra los demás.
La "mala fé" sartriana es la restricción de la vitalidad del hombre y, como la repressión de Freud, también es la base de la vida civilizada. Para S., la repressión consiste en mentiras e hipocresias, la victoria de la burguesía sobre lo auténtico y creativo
El existencialismo de S., sostenía que estar con los demas en la sociedad moderna, sobre todo, someterse a sus pautas, valores y creencias, es una forma de autoinmolacion. Y de aqui su famoso aforismo: "El infierno son los otros", porque son los otros el impedimento básico para que yo no pueda ser lo que deseo ser.
Pero este "infierno" iria a transformarse completamente cuando, despues de la invasion alemana de Francia, S. paso a luchar en la Reistencia. Y esta experiencia le enseñó que la gente comun puede trabajar conjuntamente en aras de un objetivo comun, asi que despues de la Guerra decidió revisar este descubrimiento. Se dio cuenta de que los otros no eran el infierno sino que, dada cierta coyuntura, dado cierto Dasein heideggeriano, tambien podrian ser la salvación.
S. empezó a buscar una nueva definicion de la libertad existencial que permitiera una reintegracion con la vida --compartida-- de otros seres humanos de tal modo que, "al elegirme a mi mismo, elijo al Hombre".
En Octubre de 1945, exaltado por la derrota del fascismo --aunque en España seguiamos lo mismo--, dictó una conferencia titulada "El existencialismo es un humanismo". S. habló durante dos horas sin notas y sin pausas ante el abarrotado y silencioso auditorio --el joven Michel Foucault estaba en él--, proclamando que el existencialismo no era una doctrina de la desesperación, sino "una doctrina basada en el optimismo y la acción", dónde, al elegirnos a nosotros mismos en la soledad --"estamos solos sin excusas"-- de nuestros cursos y dis-cursos, elegimos, abrazamos e incorporamos a todo lo que incluye el mundo que nos ha hecho llegar a esa conclusión, un credo que le enseñaria lo que ya sabia: que debia "comprometerse con su vida", pués "más allá no hay nada".
"El hombre", declaró en uno de sus pronunciamientos mas influyentes, "es solo una situación, una sintesis de sus experiencias, afectos y deseos en cualquier momento particular. Estamos convencidos de que el enfoque analitico ha muerto, y de que hoy su unico papel consiste en atentar contra la conciencia revolucionaria y aislar a los hombres para favorecer a las clases privilegiadas"