Hay un acto de libertad suprema que se 'paga' con la muerte: el suicidio,
el reflexivo, claro.
(El único problema es que ese acto
no lo podemos saborear
'a posteriori', solo 'a priori')
Al 'entrar', nos empujan.
Al 'salir' es distinto porque hay dos opciones:
dejarnos empujar como cuándo entramos,
o, llegado el momento, 'empujarnos' a nosotros mismos:
es el acto de libertad suprema.
Porque si 'llegamos' lo mismo que nos 'vamos',
¿dónde queda nuestro libre albedrio?
No estamos propugnando la desesperación suicida
como torbellino que se ha safado de nuestro control
y nos domina hasta el punto de que nos convertimos
en sus peleles y victimas, no, ésto es muy distinto:
Lo que estamos asentando es, simplemente,
que, el hombre, como ser "dialectico",
se posee a si mismo y en su vida está su conciencia
y viceversa, y ésto genera, inmanentemente,
la propia libertad de su ser o no ser
Para Albert Camus, "no hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio"
No.
El suicidio no es un problema filosófico, por favor...
Aqui no tiene nada que ver el conundrum filosófico
ni el resbalón de la 'filosofia de lo absurdo',
o si la vida tiene o no tiene sentido,
porque la vida ES,
y lo que realmente no tiene sentido
es el preguntar si tiene o no tiene sentido.
El asunto es otro.
El enfoque viaja por otros parametros
Porque aqui la clave tiene que ver, exclusivamente,
con la libertad, con la genuina libertad
(Repetimos: estamos hablando del suicidio reflexivo,
el de la conciencia organica del mismo,
no del impromtum o de la catapulta de la herida emocional)
Y para bucear en éstas aguas hay que dejar a Camus
y subirse al carruaje de Hegel que camina
sobre carretera mejor adoquinada,
porque, en esencia, la vida misma lo que es
es un "largo suicidio" que cabalga
sobre el duo dinamico organico-inorganico,
es decir: la Naturaleza nos suicida a todos;
a fin de cuentas, la forma menos dolorosa de suicidarse
es viviendo, claro, que es lo que más nos atrae a todos.
Pero hay otras formas para aquellos impacientes que no quieren esperar mas porque ya se sienten satisfechos con lo que han obtenido en el campo de los "girasoles" por los que han pasado, como la señorita girasolera de la foto, y deciden que la segunda ley de la termodinamica --tan mona ella--, la entropia --con todas las jodiendas que trae consigo--, el pasar del orden al desorden, no es para ellos.
Y aqui se acude a don Hegel para que nos ayude.
"...Y pasando al plano fenomenologico vemos que el suicidio, o la muerte voluntaria sin necesidad vital, es la manifestación mas evidente de la Negatividad o de la Libertad. Ya que darse muerte para deshacerse de una situación recibida a la cual se está biológicamente adaptado (puesto que se podría continuar viviendo), es manifestar una independencia frente a ella como expresión de autonomia y libertad. Y desde el momento en que se puede realizar un suicidio para evadirse de cualquier situación impuesta, de cualquier situación dada, puede decirse con Hegel que la facultad de la muerte es la aparición de la libertad pura o absoluta (por lo menos en potencia) frente a todo lo dado en general. Pero si el suicidio (que evidentemente distingue al hombre del animal) manifiesta la libertad, no la realiza, pues termina en la nada...(no lo podemos saborear 'a posteriori', solo 'a priori' ) El Hombre no es un Individuo (libre) sino en la medida en que es mortal; no puede realizarse y manifestarse en tanto que Individuo sino realizando y manifestando también su Muerte...La Libertad y la Individualidad del Hombre presuponen pués su muerte"
("La Dialectica de lo Real y la Idea de la Muerte en Hegel", A. Kojeve)
Es el momento de transformar a Camus:
"No hay sino un problema ontológico realmente serio: el de la Negatividad o de la Libertad que conlleva el suicidio".
El "sum ergo cogito", 'pienso, luego existo', de Descartes, manifiesta el "pienso, luego dejaré de existir" porque ésto último representa las entibaciones que sostienen la galeria del cogito de salida del pensador francés, representa su necesaria negatividad o libertad dialectica. Es decir, manifiesta la libertad, no la realiza, pues termina en la nada (en el dejaré de existir); y frente a ésta manifestación el Hombre cobra el pathos del dilema de su tragedia: la opción a su libertad suprema.