Robin William ha muerto.
El mismo decidió cuándo.
Fue libre, al menos, al morir,
al decirse, con valentía, a sí mismo:
hasta aquí llego mi elíptica.
El argumento tautalógico
es el hecho de que R. W. tenía problemas.
Es obvio.
Pero no nos podemos quedar aqui en lo obvio.
Porque, R.W., naturalmente, somos todos nosotros.
De lo contario, sería lo mismo que tratar de subir
al Everet para quedarnos a mil metros de altura.
Y en éste asunto se require de grandes escaladores
si no queremos --otra vez-- quedarnos en la superficie,
y éste es el tema ideal para intentar escapar de ella.
Todos acarremos, como seres humanos,
una negatividad dialéctica,
y muy perinclíta, por cierto:
la antitesis, la contradicción entre instintos e intelecto.
Nada nuevo.
Lo que se hace necesidad de que sea nuevo
es el crecimiento objetivo
de la conciencia que tengamos de ello.
Unos la acarreamos como simiente,
otros, como planta,
otros como viejos y ancestrales árboles
que vamos injertando con otras ramas
para que se vean menos las elípticas
y podamos contarnos asi los cuentos
para dormir cuándo nos vamos a la cama
y soñar con los angelitos y el angel de la guarda
(Pero, para nosotros,
esas historias ya quedaron en el desvan
de la antigua casa porque nos dan mas miedo
los cuentos que efrentar los focos
de la elípse que nos enlaza)
Bien.
No sé si ello --la conciencia del asunto--
depende de la inteligencia y sensibilidad,
del código genético,
de las energías de la libido,
del calibre y expansión
de nuestra conciencia al respecto,
del caudal de herramientas
--innatas o culturales--
que acumulemos para poder
detectar la elíptica de marras
...o de ese "Malestar de la Cultura"
--que todos padecemos--
dónde Freud nos advirtió
sobre el precio que tenemos que pagar
cuándo los intereses de las elípses personales
no tienen nada que ver con las reglas y leyes
que nos vemos forzados a acatar.
Todo este berenjenal tiene que ver con que el problema
del hombre es anímico, no material,
y por muchos triunfos, reconocimientos,
aplausos, éxitos, celulares, computadoras,
coches y cachivaches que tengamos
inútilmente para almacenar
...el conundrum, el corto-circuito anímico,
sigue intacto, igual.
Lo cúal quiere decir,
cumpliendo ortodoxamante la ley de la inferencia,
que el camino que llevamos está totalmente equivocado,
es decir, camaradas: nos estan engañando,
y asi es mejor pensar que son problemas personales
y seguir injertando ramas de otros árboles
en el bosque que nos está tragando.
Pero hay otro aspecto que en éstos casos
también hay que alumbrar.
Y es lo que la Dialéctica de lo Real
y la idea de la Muerte en Hegel
(A. Kojeve) nos dice sobre el particular:
"La libertad no consiste en una eleccion entre dos datos: es la negación dialéctica de lo dado --la vida, en ciertos casos-- Y desde el momento en que se puede realizar un suicidio --ejercer la libertad-- para evadirse de cualquier situación dada, puede decirse con Hegel que la facultad de la muerte es la aparición de la libertad pura o absoluta"
"La muerte del hombre...es una ley inmanente, una autosupresión: verdaderamente es su muerte, algo que le es propio, que le pertenece, y que por consiguiente puede ser conocido, querido o negado por él. La muerte del ser natural existe solamente en sí o para nosotros, es decir, para el Hombre que toma conciencia de ella: el ser natural finito nada sabe de su propia finitud (los animales) Para el Hombre, la muerte oexiste en sí y para sí. Por eso el Hombre, al ser consciente de su propia finitud, es la única criatura en querer infinitud y se convierte asi en el deseo de inmortalidad de lo que es finito y mortal, del mismo modo que es el único en poder matarse: la muerte es sólo algo dado en la Naturaleza, pero en el Hombre y en la Historia es también (o al menos siempre puede serlo) una obra, es decir, resultado de una acción consciente y voluntaria en el ejercicio de las prerrogativas de su libertad"
Es decir, el suicidio, es un acto existencialmente legítimo del ser --dialéctico-- consciente y rebosado de finitud y, para nosotros, al contrario de los consabidos tópicos que se arrojan sobre él, su ejecución conlleva el ejercicio de la libertad "par excellence".
Decía Camus que "El único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio. Juzgar si la vida es digna de ser vivida o no es el encuadre fundamental de todas las sumas de las preguntas filosóficas".
No estamos de acuerdo con el pensador francés: en todo caso, el problema en sí es la muerte de 'per se', no el implicito acto de hacerla llegar por nuestra voluntad.
La posición de Camus es totalmente antidialéctica.
El dilema de si la vida es digna de ser vivida o no carece de Dialéctica de lo Real, lo que si la tiene, y en su grado mas alto, es la libertad del Hombre frente a ello. Volvamos a Hegel (A. Kojeve): "La Muerte y la Libertad no son pues sino dos aspectos -('fenomenológicos') de una sola y misma cosa, de modo que decir 'mortal' es decir 'libre' y a la inversa"
Si la vida no incluyera la metafísica funcional de si es digna de ser vivida o no, dejaríamos de ser libres, no seríamos el ser dialéctico que el pensamiento de Hegel postula tan axiomáticamente.
(Hemos querido, con la introducción de Hegel, distopificar el tema y elevarlo un poco a un nivel dónde deje ser el fantasma que a todos nos asusta cuándo en realidad lo que nos debía asustar son los incontables crimenes que cometemos los unos contra los otros)
Volviendo a nuestra elíptica humana,
tal vez, quíen sabe,
el conflicto que nunca pudo supear RW,
por ser un hombre inteligente y sensible
--si no no lo hubiese tenido--,
fue el hecho de hacer reír,
momentos antes de ir a dejar caer sus bomas
y rociar de muerte a pueblos inocentes,
a aquellos uniformados de las fuerzas armadas
del imperio estacionados en otros países
Quién sabe.
(Ni que decir tiene que aquí ésto último
esta prohibido hasta el pensarlo)