El horizonte es un camuflado espejismo
que nos invita a abrir las puertas
de la imaginación para saltar al otro lado
dónde la ilusión se confirma en su razón
El reloj de la iglesia de San Antonio Abad
de Vilanova i...muchas cosas más,
acaba de dar las tres de la tarde
en esas otras muchas cosas más
Vivimos en las alturas.
Y cuándo nos queremos engañar
subimos al ático, a la atalaya
desde la cúal el espejismo
se hace más claro.
Asi acostumbramos nuestros ojos,
ya cansados, a salir de lo cercano,
de lo cotidiano,
y a entrenarlos en distancias,
en lontananzas que exijan ópticas
mas precisas, más exáctas,
que puedan delimitar y separar
los camuflados espejismos
del afilado cuchillo
de la agobiante realidad...
Y el mar, el mar
a lo jejos es otro,
como si no lo conocieramos...
como si nunca
nos hubiesen presentado.
(¿Quíen es Usted, mar,
que en la distancia
por el cielo
se deja tragar
dandonos un horizonte,
una unión que no es real?)
El reloj de San Antonio Abad
ha dado tres gruesas campanadas
que, una por una,
las he visto llegar al horizonte
dónde se han convertido
en barrocos fantasmas
que también han hecho
del mirador del horizonte
otro espectro, otra ilusión
en el Hic et nunc del momento...
