Saturday, February 19, 2022

EN EL JARDIN DE UN MONASTERIO. TEMPS RETROUVÉ. MIS PADRES

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"Dice el Padre Prior que vayáis a trabajar
y que subamos a comer"
Mi padre pertenecía al proletariado exterior.
El Taller
La Estación
El Tren.
Cuántas veces tendría que escuchar:
"Dice el patrón que vayáis a trabajar
y que subamos -los del club del jefe- a comer.

Y todos sabían 
que para que comieran los del patrón,
ellos tenían que ir a trabajar, 
que nada cae del aire,
que nada se lleva a cabo
sin el sudor 
y el crujir humano,
puntales que soportan
todo sobre lo que los otros
van subidos y montados.

Mi madre, hija de campesinos, 
pertenecía al proletariado interior, 
al doméstico, 
al currelo de puertas adentro 
dónde el sueldo
se difuminaba y extinguía 
antes de proveer
el mes entero.
Sin ocio y sin tiempo,
enarbolada tan sólo en el deber
de hacer flotar a la tripulación 
del barco del estraperlo.
Y en momentos de tempestad,
la religión, 
la iglesia, 
el templo,
donde Dios da acogida
a los rezagados sin puertos
y la resignación hace redimible
lo que en la tierra levanta 
grietas y cadalsos
que ejecutaban a los reos.
Tuvo siempre la obsesión
de que yo estudiara,
de que aprobara las asignaturas
del colegio que llegaban a casa
con suspensos y ceros.
¿De dónde le saldría aquel anhelo?

(¿Por qué siempre esa insistencia
a empujarme hacia este sendero,
hacia libros y cuadernos
cuándo ella, 
educada en el convento 
Santa Clara de Moguer,
entre monjas, altares y rezos,
aprendió a creer en Dios,
a ser costurera 
y a obedecer lo impuesto,
esa clase de hormiga trabajadora
que las monjas preparan
para que se queden en el convento?
Quizás mi madre intuiría:
este no sirve p'ana,
ni chicha ni limona...
este como no estudie
no sé como se las arreglará.
Tal vez porque en mi vió 
al nómada, al jitano, 
que no servía ni para oficios
ni para regulaciones ni cargos...
Y hoy, después de tantísimos años,
cuándo las estelas de los caminos 
se difuminan como si nadie 
por ellas hubiese pasado,
nos damos cuenta 
de que el tiempo 
pierde su poder
--de borrar la memoria 
de los cantos rodados--
cuándo la remembranza
redime el pasado)

Ahora, bajo la melodía de Ketèlbey 
(la nostalgía es alma derramada),
los veo a los dos paseando,
en el alba que abre el recuerdo, 
por un monasterio de sueños,
juntos y separados,
anillos concéntricos,
en el común suelo 
de la convivencia 
de los vivos 
con los muertos
dónde nos volvemos 
a juntar sin saberlo...
en un arcano Universo
que teje generaciones 
que llegan, 
pasan y se van,
como si nunca 
hubiesen nacido
bajo la luz del cielo.

Trigueros y Moguer
y San Juan del Puerto,
donde se conocieron
1933









El siglo veinte
llegaba prometiendo,
el bucle de la existencia
bordaba nuevos destellos;
primero llegó mi hermana,
y finalizada la maldita guerra,
que perdimos los huérfanos,
aparecí yo en lutos e inciensos.
Todo ya desvanecido.
Todo hecho ya cartón e hierro...

...Si ahora pudiese estar con ellos
les diría lo que siempre
llega tarde y aplazamos
esperando regresar de nuevo...!

(La vida es un Viento 
que sopla sin consultarnos
y empuja sin timón ni brújula,
sin mapas ni previos cálculos;
sin marcha atrás,
sin saber los resultados)

...Pero los veo pasear,
juntos y separados,
por aquel nímbico monasterio
de mi niñez y juventud
cuando sólo sabíamos vivir
lo que ahora rumiamos
sacandole los nutrientes
que en polvo
los convierte el tiempo,
cuando ya el río
desemboca en lagos
y no en mares abiertos...

Pero son estos momentos
lo que les debo a ellos
y aqui se los mando;
sé que les llegaran
a ese jardín del monasterio
dónde, juntos y separados,
los siento...