Hoy, preocupados ante la situación
en la que vivimos,
decidimos ir a ver a Horno
para que, personalmente,
nos dijera qué pasa,
cómo van las cosas,
y, como ya sospechabamos,
nos confirmó nuestros recelos
e inquietudes al decirnos
que, precisamente, ayer,
como todos los días
por los últimos años,
lo volvió a llamar el Bollos,
y que, dada la desmembrante
y entrópica situación actual
--fueron sus palabras--,
le dijo al que le pasó el teléfono
que le dijera que no estaba.
Y agregó, con ese solapado enfasis
de culpa y tristeza con el que cubrimos
el sentir de que no hemos podido
llevar a cabo lo que los otros
esperan de nosotros:
No pude, no pude coger el teléfono
y decírselo yo mismo...No pude.
Son ya muchos años los que me llama
y siempre tengo la misma respuesta
para él...No pude.
Nos fuímos taciturnos y cabizbajos
pensando en cuándo el Horno
podrá tener el fuego suficiente
para poder hornear
nuestro pan de cada día
y asi, cuándo llame el Bollos,
poderle coger el teléfono
y decirle que sí, que está en casa,
listo y preparado.
Eso esperamos.