En el Gran Show barcelonés hemos podido confirmar
lo que dijo Nietzsche:
"Un rebaño y ningún pastor"
Porque hoy en día cada borrego lleva dentro
su propio pastor, asi que cada cúal conoce
dónde debe pastar y balar y el redil
hasta dónde tiene que llegar.
En la foto, la "composición de la primera línea"
lo dice todo sin que tengamos que explicar.
Otro "Juego de Tronos",
pero en éste caso con sangre y muerte
de las gentes inocentes
que pagan con sus vidas y heridas en calles y ramblas
para que el Terrorismo Internacional de los Ricos,
TIR, pueda seguir haciéndo colosales negocios y prósperar.
El Gran Show barcelonés
con el rey franquista-terrorista al frente de la procesión
en un país donde el Terrorismo de Estado
aún cubre 114.000 fosas comunes
sin ningún recuerdo,
sin ningún letrero,
sin ninguna foto,
sin ninguna flor.
Todo controlado hasta el milímetro.
Una operación planificada
para que sólo lo oficial saliera adelante.
¿Dónde estaba el pueblo,
las gentes,
el tumulto,
los incidentes,
el saltar unas vallas,
el gritar contra el gangster de Rajoy
o contra el rey franquista,
insípido, inoperante,
obsoleto maniquí gigante
de amordazadas indignidades?
Sólo sabemos silbar.
Silbarle al rey Bobón
para marcharnos satisfechos a casa
por nuestra alturista misión revolucionaria
¿Por qué no aprovecho el pueblo catalán
esta oportunidad tan grande
para hacerle ver al mundo,
que, aparte de su solidaridad con las víctimas,
repudia el franquismo del gobierno central
y a la monarquía borbónica como su estandarte?
Ningún pacífico tumulto, alboroto
o algarada en las calles
que sacase cierta dignidad pensante
para también ofrecérselas a las víctimas
como potencial mundo
que podemos construir
para que dejen de ocurrir éstas barbaries...
Y nada
Todo controlado hasta el milímetro
Una operación planificada
para que sólo lo oficial saliera adelante
con el irrisorio No Tenemos Miedo
que no se lo cree nadie
Igual que tampoco teníamos miedo
del terrorismo yihadista de Franco.
En España nunca hemos tenido miedo de nada:
nos han hecho convivir con él
sin conocer otra cosa
que osaramos proclamarla.
Una clásica vergüenza traumática. |