Lunes lunero,
la metafísica terminada,
volvemos a la física
de nuevo.
Y es que por más vueltas
que le demos:
el pensamiento es mío,
si, soy yo,
pero mi vida no es mía,
sino que yo soy de ella,
y ella es la amplia,
inmensa realidad
de mi coexistencia
con las cosas,
con, por ejemplo,
el cielo,
el mar,
la tierra,
la tierra,
los tres básicos atributos
de éste paraíso planetario
que nos pueden salvar...
si es que aún estamos a tiempo,
majestad,
de poder llegar nadando
a la otra orilla
para poder recapacitar
a ver si nos damos cuenta
--de una vez puñetera--
que el rumbo que nos marcamos
carece de timón y de compás
que nos abran las puertas.
que nos abran las puertas.
(Y todo para que tres artrópodos
relinchen en sus epilepsias)
Si,
el pensamiento es nuestro,
si, somos nosotros,
pero nuestra vida
no es nuestra
porque ella es la amplia,
inmensa realidad
de nuestra coexistencia
con las cosas.
Pero nuestra convivencia
con las cosas
se está viniendo abajo,
nuestra cohabitabilidad
con ellas
se está derrumbando:
las estamos,
una a una,
canibalizando,
decir es:
nos estamos consumiendo
los unos a los otros
...¿sin darnos cuenta?
...¿sin darnos cuenta?
Y llora
el cielo,
el mar,
la tierra,
la tierra,
las cosas
con las que teníamos
que coexistir
estan manchadas ya
de nuestra pestilencia;
de nuestra pestilencia;
porque la vida no es nuestra,
nosotros somos de ella,
de esas cosas,
del cielo,
del mar,
de la tierra.
Lunes lunero,
la metafísica terminada,
volvemos a la física
de nuevo.
Ahora entendemos
porque, sísifos cansados,
hartos de repetir y denunciar,
nos escapamos, a 11.2 km/s,
de ésta física telúrica,
de éste manicomio,
'genialmente perturbado'.
(Y todo para que tres artrópodos
relinchen en sus epilepsias)